Enormes tiburones ballena nadan con turistas en el norte de México.

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El tiburón ballena es un animal tropical bastante miedoso y dócil, por lo que miles de turistas tienen la oportunidad de nadar junto a ellos

Aunque su nombre pueda atemorizar a algún incauto, el gigantesco tiburón ballena es un manso y amigable compañero de natación para decenas de turistas que llegan a la bahía de La Paz, en el noroeste de México, deseosos de vivir esta experiencia

«Son animales tropicales, muy mansos, con lo cual se puede nadar con ellos, con una velocidad máxima de cinco millas por hora, o sea, son muy lentos y también muy dóciles», explica a la AFP Fabricio Mujica, quien se dedica a organizar estos recorridos.

Con la temporada de avistamiento del tiburón ballena (Rhincodon typus), que se inició en octubre, el malecón costero de La Paz se llena de visitantes que aguardan su turno para subir a una de las lanchas de motor en las que, en grupos de 10, son llevados cerca de estos animales que, pese a su nombre, no son cetáceos sino peces.

Su impresionante anatomía, con una longitud de unos nueve metros y nueve toneladas de peso, contrasta con su temperamento dócil y huidizo, razón por la cual es necesario acercarse a ellos con delicadeza, apagando los motores de las lanchas para evitar espantarlos.

Una vez en el agua, los guías dan instrucciones precisas a los nadadores para saber qué tanto se les pueden acercar.

«Es una especie muy susceptible a las embarcaciones y a los ruidos también. Tiene un olfato sumamente sensible, cualquier químico, cualquier aceite, lo detectan y salen huyendo de él y eso es bueno porque los mantiene a salvo», dice Mujica.

Las actividades de observación y nado son reguladas por la fiscalía ambiental de México, que realiza recorridos de vigilancia en las zonas de avistamiento y sanciona a las embarcaciones que incumplen con las normas para proteger a esta especie, que se mueve en grupos de 10 a 30 individuos.

«La experiencia de vivirla es algo muy difícil de describirlo… Muy espectacular», comenta Eduardo Rodríguez, un turista que llegó desde la lejana Ciudad de México, para nadar por segunda vez en su vida con estos enormes peces.

«Nos ofrecen un espectáculo muy particular para aquellos que vienen a nadar con ellos y también muy seguro», concluye Mujica.

EL PAÍS 

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