Un paso atrás

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Por JUAN ORIBE STEMMER

En la política de los Estados el principal punto de referencia es la realidad de las cosas. Esta incluye factores dados como el clima, la ubicación geográfica, el acceso al mar, los recursos naturales, el tamaño de la población. A estos factores se le agregan los factores adquiridos, el producto de la inteligencia, la capacidad de empresa y el trabajo humanos. Los factores dados solamente son oportunidades, dependerá de cada sociedad si las aprovecha o no. De poco vale una buena ubicación geográfica sobre el océano Atlántico si no se dispone de los puertos necesarios. De poco vale invertir cuantiosos capitales en modernas infraestructuras portuarias si los sistemas de operación de esos puertos son costosos e ineficientes. El desarrollo económico y social del Uruguay con sus magros 3.4 millones de habitantes, depende esencialmente de la capacidad de sus productores de integrarse en los anchos y ajenos mercados globales. Nuestro país es un exportador de productos agropecuarios que deben competir con las empresas de otros países en mercados internacionales (en algunos casos distantes) muy competitivos. Somos tomadores de precios. El Uruguay, como las demás patrias pequeñas, debería ser uno de los grandes beneficiarios de la globalización porque esta les ofrece la posibilidad de acceder a un enorme volumen de consumidores en una escala mundial. Es interesante que los países comparables con los mejores índices de desarrollo humano muestren un alto grado de integración en los mercados globales. Para mencionar algunos ejemplos: la proporción de las exportaciones de bienes y servicios en el PBI asciende al 34,1% del PBI de Noruega; el 53,6% del PBI de Dinamarca; y el 35,2% del PBI de Finlandia (Banco Mundial, datos para 2016). En el caso de Nueva Zelanda esa proporción es del 26,4% y en el de Chile es de 28,5%.

Nuestro país, en realidad, está bien ubicado. Las exportaciones de bienes y servicios ascienden al 21,4% del PBI. Es interesante observar que en el caso de Brasil esa proporción es del 12,8% y en el de Argentina es del 12,8%. Este dato sugiere que, en lo que se refiere al comercio exterior, los intereses de estos dos socios del Mercosur son muy diferentes a los nuestros. Es legítimo, y necesario, intercambiar opiniones sobre las ventajas y desventajas de los acuerdos de libre comercio. Pero parecería fuera de toda discusión que la economía (y la sociedad) uruguaya tiene un claro interés en abrirse al mundo y reducir en la medida de lo posible la fricción de la distancia que la separa de sus contrapartes comerciales en ultramar. Aunque parezca increíble, existe un influyente movimiento de opinión que, haciendo gala de una mentalidad retrógrada y anacrónica, es partidaria de aislar la economía uruguaya y de imponer gravámenes perjudiciales a su comercio exterior. Un ejemplo de esa forma de pensar, y no es el único, es el artículo 116 de la Ley de Rendición de Cuentas que establece la obligación de pagar trece jornales a los trabajadores eventuales portuarios, aun cuando no los trabajen. La medida tendrá el efecto contrario al esperado.Esos gravámenes incrementan el “costo Uruguay”, acentúan la fricción de la distancia que nos separa de nuestros clientes en ultramar y solamente contribuyen a crear más pobreza e injusticia social. www.elpais.com.uy

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