Pablo Defazio y Dominique Knüppel, navegar hasta los Juegos Olímpicos de Tokio

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Navegan en Nacra 17, la única categoría mixta de vela. Clasificaron a los Juegos Olímpicos en el Panamericano de Lima y el 3 de julio parten a Japón. Esta es (parte de) su historia.

El barco: un catamarán —dos cascos unidos por tirantes de aluminio y una lona en el medio— un mástil, quillas y timones con una forma particular —foils— que hacen que cuando el catamarán aumente la velocidad despegue y navegue en el aire, quedando conectado al agua solo a través de estas quillas y estos timones; tres velas, dos que se usan para navegar viento en contra y una que se iza solamente cuando se va viento a favor. Como las velas son demasiado grandes, para poder contrarrestar su fuerza, hay que navegar “colgado” hacia afuera, salvo cuando hay poco viento. Todo se trata del balance del barco: hay que regularlo con el peso del cuerpo.

La regata: dar dos vueltas a dos boyas que están fondeadas y alineadas con el viento, a una distancia que varía casi siempre para hacer que la competencia dure 30 minutos. Los barcos parten de una línea imaginaria, marcada por una de las boyas y una lancha. Hay cinco minutos para acomodarse para la largada y hay que cruzar esa línea justo cuando suena la alarma, en el minuto cero: si se cruza antes, hay que volver a largar, si se cruza después, se parte en desventaja. Hay que navegar en zig zag viento en contra hasta llegar a la segunda boya, rodearla y volver viento a favor hacia la primera. Así dos veces. Hay que mantenerse colgado del barco —salvo cuando hay poco viento— moverse de una parte a otra, mantener la fuerza, controlarlo todo. Hay que direccionarlo, manejar las velas, darle velocidad. Hay que estar pendiente del compañero, del barco y de los competidores, del viento, de las olas, de las distancias.

Pero sobre todo, en la regata del Nacra 17, el barco en el que compiten Pablo Defazio (40) y Dominique Knüppel (27) y la categoría en la que participarán de los Juegos Olímpicos de Tokio, hay que tomar buenas decisiones. Porque cambia el viento, cambian las olas y cambian los competidores: no hay ninguna regata que sea igual a otra. “Antes de largar tenés varios factores que te influyen o te hacen tomar diferentes decisiones. Tenés que analizar el viento, la dirección y la intensidad. Siempre vas a buscar la dirección que más te acerque a la boya y que te permita hacer un rumbo más derecho, con la mayor intensidad. No siempre coinciden, entonces tenés que mirar, analizar la cancha y tomar decisiones en función de eso”, dice Dominique un lunes de junio en una plaza de Punta del Este después de haber terminado el entrenamiento físico del día: el 3 de julio ella y Pablo, junto a su entrenador del agua, Diego Stefani, y su kinesiólogo, Damián Correa, parten hacia Japón. “Pero también tenés que analizar tu posición respecto a los otros barcos, eso te influye y te cambia. Si todos los barcos van para un lado, vos no podés arriesgarte a ir hacia el otro, excepto que estés seguro de que está el viento que vos querés; si estas atrás de los barcos te tapan el viento, si estás adelante con tus acciones podés cubrirlos o dejarlos irse, entonces les abrís la cancha para que hagan otra estrategia y te puedan pasar. Son muchas cosas a tener en cuenta”.

La regata se trata, también, de cometer los menos fallos posibles.

“Es un deporte en el que a veces es difícil no cometer errores, incluso hay una frase muy común que dice que el que gana la regata es el que comete menos errores, pero no está exento de hacer la regata perfecta”, dice Pablo. En el equipo, Pablo es el que lleva el timón y Dominique es quien ajusta las velas. La velocidad del barco en esta categoría, que se implementó en 2012 y es la única mixta en vela hasta ahora, depende de las acciones de los dos. Ellos creen que las regatas que mejor corrieron tienen que ver con eso: con el trabajo en equipo, con estar enfocados al máximo, con estar conectados, con entender qué está haciendo el otro, con haber tomado las decisiones correctas y haberlas cuidado. Ahora quieren lograr lo mismo -el trabajo en equipo, el estar enfocados y conectados, tomar buenas decisiones, cuidarlas- en los Juegos Olímpicos de Japón, para los que clasificaron en el Panamericano de Lima, en 2019 (aunque la sede de vela fue en Paracas). Hasta comienzos de marzo de 2021 los únicos deportistas uruguayos clasificados a los Juegos Olímpicos de Tokio eran veleristas: primero Lola Moreira, después Pablo y Dominique.

Un largo camino

Los dos empezaron a navegar siendo niños: Dominique a los 5 o a los 6 —“Vengo de una familia muy náutica, mi padre fue a dos juegos olímpicos de joven, corrió regatas en todo el mundo y se dedica a la náutica; a mi madre también siempre le gustó”— y Pablo a los 9 —“Empecé porque mi padre navegaba antes”—. Los dos comenzaron navegando en la escuela de vela del Yacht Club de Montevideo. Se subieron a un barco y nunca más se bajaron. Los dos trabajan en la náutica: Dominique hace traslados y mantenimientos de barcos, da clases, compite en otras categorías; Pablo tiene un taller de velas. Los dos han navegado en otros barcos: Pablo empezó en Optimist, participó en sudamericanos y en mundiales, pasó a navegar en Snipe, quiso ganar algo importante, fue a dos panamericanos, ganó dos medallas y un campeonato Hemisferio, que es como un mundial, se casó con Mariana Foglia, campeona del mundo en la categoría, tuvieron una hija, conocieron el catamarán mixto Nacra 17 y decidieron probar, fueron a los Juegos Olímpicos de 2016, tuvieron otra hija y Mariana dejó de competir así que Dominique tomó su lugar en el equipo; Dominique empezó en Optimist y después quiso probar todos los barcos, navegó y compitió en los más pequeños, en los más grandes, en los más veloces, hasta que en 2016 se sumó al equipo de Pablo y se propusieron encarar una campaña para llegar a los Juegos Olímpicos de Tokio. Ante la pregunta de qué les gusta de este deporte, de por qué hacen lo que hacen —navegar, navegar, navegar— responden, más o menos, esto: Pablo porque le gusta la competencia, más allá del deporte, de la vela, de lo que implica estar en el agua, disfruta de competir, de ponerse un objetivo y recorrer todo el camino para poder alcanzarlo; Dominique porque cree que es una disciplina que lo abarca todo, desde preparar el barco manualmente y arreglarlo y cuidarlo para que sea el mejor, hasta acondicionar el físico y tener entrenada la mente para poder analizar la competencia y tomar las mejores decisiones. A ella le gusta salir a navegar por pura diversión, agarrar un barco e irse por ahí; a él no, a él navegar porque sí le aburre. Ahora los dos tienen un objetivo y están dispuestos a conseguirlo: llegar a correr la Medal Race de los Juegos Olímpicos. “Hay 12 regatas de clasificación y después la flota se divide en dos, la primera mitad corre la Medal Race, que es una regata más corta y más intensa, que tiene puntos dobles y se suma a la clasificación que venías teniendo antes”.

Dicen que todo depende del momento, pero saben que se vienen preparando para poder hacer las cosas bien -tomar buenas decisiones, cuidarlas, cometer pocos errores- y también saben que pueden lograrlo. En el último año, con la suspensión de casi todas las competencias por la pandemia, han podido navegar juntos más que en cualquier otro momento de su carrera. Y este, dicen los dos, es un deporte que necesita de horas de navegación para poder mejorar: tirarse al agua y andar, andar, andar, analizar, entender, aprender, conectarse, seguir navegando. Y así hasta Tokio.

TOKIO 2021

Lo que saben hasta ahora de los Juegos Olímpicos . El 3 de julio Pablo Defazio y Dominique Knüppel partirán rumbo a Tokio. Hasta ahora no saben demasiados detalles de cómo será la logística de unos juegos olímpicos que se harán en plena pandemia. Saben sí, que los primeros 13 días se tienen que quedar en el hotel -hay tres autorizados- y que en ese tiempo solo pueden salir a los lugares que indicaron en un formulario completado previamente, utilizando solo el transporte oficial. Después de esos días pueden ir a alojarse a la villa olímpica de vela, que está separada de los demás deportes. Llevan su propio barco, que salió de Uruguay el 20 de abril, después de los entrenamientos del verano y de haber hecho el récord nacional en vela de la distancia entre Punta del Este y Montevideo. Del costo del envío del contenedor se hace cargo el Comité Olímpico Uruguayo. Cuando puedan ingresar a la zona donde están los barcos, lo primero que hay que hacer es armarlo ya que vieja por piezas; para hacerlo bien les lleva alrededor de dos días: hay que verificar detalles, acomodar piezas y lubricarlas, lijar y pulir algunas superficies para que se deslice mejor en el agua. https://www.elpais.com.uy/

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