MIS MEMORIAS DEL PUERTO DE MONTEVIDEO “1976 LOS PERROS DEL PUERTO”

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En el puerto anterior a la intervención vivía un número no despreciable de personas. Además de los ya mencionados marineros de SOYP, por rincones ignotos de la terminal habitaban individuos dedicados a changas y trapicheos, en casuchas de lata o refugios temporales, la mayoría de ellos a nivel de indigencia. Con el ajuste de los controles fueron desalojados del puerto. Muchos de estos individuos tenían perros como mascotas, y al irse no se los llevaron, quedando los animales sueltos, a su libre albedrío, reproduciéndose prolíficamente. Por elemental instinto de supervivencia, permanecían ocultos durante las horas diurnas, momento de mucha circulación de camiones, grúas y otros vehículos, pero durante la noche se convertían en dueños de los muelles y las explanadas, agrupados en jaurías que salían a buscar cualquier cosa que sirviera para comer. Sus niveles de agresividad impusieron la prohibición del tránsito a pie dentro del puerto en las horas nocturnas. Mientras las autoridades buscaban una solución, esta cayó por sí misma. El Plan Nacional de Pesca había dado lugar a la fundación de varios frigoríficos pesqueros, cuya demanda de peces no podía ser satisfecha por la pequeña flota nacional. Si bien varios empresarios habían encarado la adquisición de buques y la formación de tripulaciones, esto requería tiempo, un valor que las plantas procesadoras no tenían. Entonces, se recurrió a contratar barcos de pesca extranjeros, mayormente de Corea del Sur y Taiwán. Es conocido que la gastronomía de coreanos y chinos incluye la carne de perro como un alimento muy demandado. Pues bien, para la marinería de los pesqueros orientales contratados las jaurías de canes del Puerto de Montevideo deben haber tenido el mismo significado que el ganado cimarrón para los colonizadores españoles de nuestra Banda Oriental en el Siglo XVIII. Los hechos mostraron que paulatinamente los perros fueron desapareciendo del recinto portuario. Todos sabían que se los estaban comiendo los coreanos y los chinos, pero a nadie pareció importarle, quizá porque se estaba solucionando un problema. Un día el recurso intramuros se acabó, y comenzaron a desaparecer los canes que merodeaban fuera del puerto. Cuando algunas vecinas del centro norte y ciudad vieja se quejaron de la desaparición de sus mascotas, una autoridad habló con los armadores de los pesqueros para poner fin a la cacería. Coreanos y chinos pasaron a hacerse adictos a la carne de res, después de haber solucionado el problema de las jaurías de perros del Puerto de Montevideo. Extracto de “Pisando Adoquines”, autor Francisco Valiñas, contenido en “Veinte miradas al paisaje cultural de la ciudad portuaria de Montevideo”, estudio conjunto de la Universidad Católica del Uruguay y la Universidad Complutense de Madrid. Fuente: Facebook  C/N (R) Francisco Valiñas

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