Cada año, durante el verano austral (de diciembre a febrero) y principios del otoño (marzo), los científicos han constatado que aumenta la densidad de hembras en aguas tranquilas y poco profundas, momento que coincide con los nacimientos de las crías. Sus resultados se han publicado en Animal Conservation.
“En esos meses las hembras forman grupos como guarderías con otras hembras adultas y sus crías, donde descansan y cuidan juntas a sus pequeños”, explica a Sinc Holly Raudino, autora principal del estudio e investigadora en la Unidad de Investigación de Cetáceos de la Universidad Murdoch en Perth (Australia).
Según el equipo de expertos, este comportamiento social estable y a largo plazo no se había observado hasta ahora en ninguna especie de delfín, pero no descartan que ocurra en otros lugares del mundo: “Puede pasar lo mismo en otras poblaciones, pero nunca se ha estudiado realmente y para ello son necesarios intensos esfuerzos de observación durante todas las estaciones para detectar patrones temporales”, explica Raudino.
El estudio documenta así por primera vez los ciclos temporales en los vínculos sociales que establecen las hembras de delfín para evitar a los predadores y el acoso de los delfines macho. Gracias a estas conclusiones, “podemos confirmar que tanto la
distribución, sociabilidad y partos son predecibles en tiempo y espacio”, recalca la investigadora, para quien este hallazgo es único.
Mejorar las áreas de conservación
Para los científicos, el trabajo proporciona información valiosa para mejorar la protección de ciertas áreas marinas, en las que los gestores no suelen incluir las dinámicas sociales. “Con la investigación que llevamos realizando desde hace diez años, se podría lograr proteger una pequeña área amenazada de hábitat para que los delfines descansen y tengan a sus crías, pero esta zona podría ser mayor”, subraya Raudino.
A esto se unen otras amenazas como los barcos de recreo que navegan por estas aguas protegidas y tranquilas en verano, cuando las hembras forman sus particulares guarderías. Estas actividades ponen en serio peligro tanto a hembras adultas como a las crías si los botes las golpean, por su excesivo ruido, o si se alimenta a los animales.
Por esta razón, el equipo propone mejorar la señalización y limitar la velocidad de las embarcaciones. Pero “depende de la colaboración de los dueños de los barcos y que estos no entren en estas zonas protegidas”, concluye la científica. www.nuestromar.org