Desde Salto a Cabo Polonio: ¿cómo y dónde bucear en Uruguay?

0
681

El destino por excelencia es Isla de Lobos, pero existen muchos otros claros de agua (sobre todo canteras) donde los buzos se sumergen. Dicen que el cuerpo casi no se siente. Que la liviandad es tal, que es como transitar en el espacio. La diferencia es que en lugar de vacío, hay agua, mucha agua, y vida. Mucha vida. Dicen que es casi como querer imitar al pez. Que los oídos se entumecen y que allí debajo solo se escucha la respiración profunda y lenta de uno mismo. Dicen que es casi como el espacio exterior, pero que en lugar de luna, estrella, satélites y planetas, hay flora, peces, arena, rocas y, a veces, si se tiene suerte, algún barco sumergido. Debajo del agua, todo se ve más grande por la refracción y esplendoroso por el simple placer de estar en el aquí y ahora. Dicen, además, que los ojos siempre (un siempre cargado de énfasis) deben buscar al otro, al compañero, al amigo, al desconocido, al par en esa galaxia profunda. Para visitar el vacío acuático es una obligación bajar de a dos y confiar: en el otro, en el cuerpo, en la boca, en los pulmones, en el tanque, en el agua. El buceo en Uruguay es una disciplina que muchos practican pero que todavía (y a pesar del promedio de los 20/30 años de buena parte de las escuelas nacionales) no está extendida. El destino más popular, las márgenes de Isla de Lobos, es apreciado por extranjeros y pocas veces por locales. En el resto del territorio, los puntos son buceados sobre todo por instructores recreativos y sus alumnos, que pasan la prueba de aguantar abajo de la piscina y se lanzan al mar o a las canteras. Para sumarse a ellos y ellas hay “bautismos”, que son aventuras de una sola vez o, para aquel que le toma el gusto, hay cursos que habilitan certificados internacionales. Si bien el agua no es de ese celeste casi cielo que suele aparecer en fotografías o videos de buzos en otras partes del mundo. Si bien la visibilidad dista mucho de los 30 metros y se acerca más a los dos, tres, cuatro o cinco y seis en días buenos, el agua siempre tiene su encanto. Bucear es algo así como un placer o un vicio o un hobby o una terapia o un escape a la realidad. Es, para quienes lo prueban y lo eligen, una desconexión total con el mundo conocido y, a su vez, un dialogar con la naturaleza que, la mayor parte del tiempo, permanece oculta. https://www.elpais.com.uy/

DEJA UNA RESPUESTA