Descubre la vida oculta de las medusas de la mano de la bióloga Gabriela Failla

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La bióloga Gabriela Failla, especializada en el zooplancton gelatinoso, estudia desde hace más de treinta años las medusas, organismos con una de las peores reputaciones de los océanos pero con reconocida utilidad médica. Cada verano, previo a la llegada de las vacaciones, nos imaginamos cómo estarán las aguas de esas playas que ansiamos visitar. Nos las imaginamos calmas, movidas, más verdes o azuladas, más calientes o frías, dependiendo de las preferencias de cada uno. Pero si hay algo en lo que todos los turistas coinciden, es en el deseo de que esos días las aguavivas no deambulen por la costa. Los últimos dos veranos, sin embargo, se vieron concentraciones masivas de medusas en distintas zonas de la costa uruguaya que lograron desalentar hasta al más valiente de los bañistas.

Estas criaturas que causan rechazo y hasta miedo en los veraneantes, intrigan y apasionan a la bióloga Gabriela Failla. Verla recorriendo las playas de Las Flores, en Maldonado, donde tiene una casa de veraneo, parando cada tanto para registrar las medusas que llegan a la orilla, es una postal típica del balneario. Su amor por los animales, el mar y la investigación la llevó a elegir una carrera que le permitiera estar cerca de un microscopio viendo más allá de lo que puede captarse a simple vista. Sus padres eran médicos, por lo que la posibilidad de estudiar Medicina siempre estuvo sobre la mesa. Pero finalmente optó por Ciencias Biológicas y no se arrepintió. Es argentina y se recibió de bióloga en la Universidad de Buenos Aires, pero poco tiempo después se mudó a Montevideo y concursó para ingresar a la entonces Facultad de Humanidades y Ciencias. Llegó como ayudante en el Laboratorio de Zoología de Invertebrados y siempre se quedó allí.

¿Por qué las aguavivas se aglomeran repentinamente en la costa? ¿Cuánto viven? ¿Se desplazan por sí mismas? ¿Qué comen? ¿Tienen alguna utilidad? ¿Cuán peligrosas son? Galería conversó con Failla sobre estas y otras curiosidades.

¿Siempre soñó con dedicarse a esto?

Fue un poco de casualidad, pero otro poco porque realmente me intrigó. Gracias a un colega y amigo argentino, Hermes Mianzán, que lamentablemente falleció, ingresé en el estudio de las medusas. Siempre me gustó estudiar los organismos marinos y terminé dedicada a las medusas, que son organismos cnidarios, y en este momento estoy estudiando parasitología en medusas.

¿Cuándo comenzaste había otras personas estudiando medusas en Uruguay?

En ese momento éramos dos compañeros que estaban trabajando conmigo y yo. Empezamos a realizar muestras de zooplancton de medusas pequeñas, las que se llaman tapiocas. Lo que hacíamos era procesar muestras y separarlas por especies, así empecé a poder identificarlas. Luego surgió la idea de estudiar las medusas grandes que aparecen en la costa. Son más difíciles de estudiar porque se precisa tener acuarios para almacenarlas vivas o grandes depósitos para guardar todo ese material fijado (muerto). Durante bastante tiempo realicé registros anuales de la aparición de medusas en la costa del balneario Las Flores, por tener allí un lugar que puedo visitar casi todo el año. La interacción con colegas también ha sido fundamental; fui mucho a Mar del Plata a hacer cursos y leo muchas publicaciones científicas, que es con lo que más se aprende.

¿Qué se puede concluir de ese registro?

No tenemos medusas autóctonas de Uruguay, están a lo largo de toda la costa del Atlántico sudoccidental, en Brasil y Argentina. Pero por las condiciones ambientales, de corrientes y por cómo es el clima en los veranos, existe un patrón en cuanto a qué especies llegan. Lo que no se cumple mucho, porque todavía no está estudiado del todo, es cuáles van a aparecer primero y cuáles después. Esto sobre todo está cambiando en los últimos años en parte por el cambio climático. Hay años en los que se producen afloramientos en los que aparecen en grandes cantidades, y así como aparecen, desaparecen. En 2020 y 2021 hubo apariciones masivas de medusas de las dos especies más comunes que hay en Uruguay, la de la cruz y la Chrysaora lactea.

¿Cómo es el ciclo de vida de estos organismos?

La medusa es el adulto y, por tanto, tiene tejido reproductor; en general hay medusas macho y hembra. En verano las medusas liberan sus gametos (óvulos y espermatozoides), que fecundan en el agua y generan un cigoto, que sería el equivalente a un embrión en la reproducción sexual. Eso se va al fondo y produce una estructura que se llama pólipo, de entre uno y dos centímetros. Ese pólipo se mantiene fijo en el fondo durante el otoño, el invierno y la primavera, y en determinado momento, de acuerdo a como sean las condiciones en el entorno (salinidad, disponibilidad de comida, temperatura) comienza a producir de manera asexuada pequeñas medusas de entre dos o tres milímetros. Cada pólipo puede producir cientos de medusas. La medusa puede estar acá, la ves en Punta del Este, pero no sabés si el pólipo que dio origen a esa medusa está en Piriápolis o tal vez en alguna parte de Brasil.

¿Cuánto viven las medusas?

Depende mucho de cada especie, el ciclo puede ser más o menos anual, pero hay algunas que pueden vivir más. De las que vemos en la orilla lo más probable es que la mayoría ya estén condenadas a morir. Su función en la etapa adulta es la reproducción, y algunas especies pueden tener un segundo ciclo de liberación, entonces viven más que una temporada de verano, pero eso si logran volver al océano. En estas zonas a veces es difícil encontrar una corriente que las lleve de vuelta, porque quedan en la bahía que abarca desde Punta del Este hasta Piriápolis, o inclusive Montevideo. Pero en mar abierto otras especies pueden vivir dos o tres años.

¿Se desplazan por sí mismas o se mueven con la corriente?

Eso también es muy variado. Hay especies de medusas grandes (Nemopilema nomurai), que acá no hay, que pueden pesar hasta 200 kg y tener tres metros de diámetro de campana y tentáculos larguísimos, que tienen poder de desplazamiento porque tienen células musculares que intervienen en la natación. Hay otras que no. Cuanto más chicas sean quedan más a merced de la corriente. Las medusas que vemos acá pueden tener movimiento propio en la vertical: pueden ir al fondo y a la superficie. Y, si no es muy fuerte, pueden nadar contra la corriente.

¿Qué utilidad tienen?

Algunas especies tienen importancia biomédica. Un grupo de biólogos recibió el premio Nobel en 2008 al descubrir una proteína fluorescente verde que extrajeron de una medusa y resultó ser bioluminiscente en luz negra. La utilizaron para hacer marcadores celulares en humanos que en un principio se usaban para ver el recorrido de células tumorales. Ya no hace falta extraer esa proteína de las medusas porque fue clonada, pero originalmente surgió ahí. También se conocen propiedades antiinflamatorias de la gelatina de las medusas para curar la artritis y la artrosis, aunque no está totalmente comercializada.

Además, mantienen un equilibrio con ciertos organismos de los cuales ellas se alimentan, pero a su vez ellas son alimento para tortugas y para más de 100 especies de peces. Además están en asociación con otra variedad de animales marinos, peces, cangrejos, camarones, que buscan protección debajo de la campana o entre los tentáculos.

¿Qué comen?

Comen larvas, crustáceos, pequeños peces; son caníbales, es decir que comen otras medusas. Algunas son filtradoras, aprovechan las partículas orgánicas en suspensión, pero son las menos.

¿Perjudica el ecosistema la aparición masiva de medusas?

La mayoría de los invertebrados inferiores no tienen sensación de saciedad, o sea que si hay alimento ellas van a comer hasta que la cavidad gástrica se llene. En zonas donde se cultivan peces de interés comercial, en jaulas en el mar, por ejemplo, si se produce un bloom de medusas y los peces estén en estadios juveniles pueden generarse pérdidas millonarias.

¿Qué tan peligrosas pueden ser cuando pican?

La gradación de toxinas es enorme, desde las que no son tóxicas para el humano hasta las que pueden matar.

¿Y las que vemos en Uruguay?

Tenemos algunas, como las tapiocas, que generan simplemente un ardor unos minutos y pasa, salvo que seas muy alérgico, hasta sensaciones de intensidad media, como la que provoca la medusa de la cruz (Lychnoriza lucerna), que se está viendo en estos días, con pintas violetas alrededor de la campana. Suelen ser grandes, y cuanto más grande sea la medusa, más cantidad de sustancia tóxica va a segregar. Pero en sí, la toxina esa no es tan peligrosa. Luego está la Chrysaora lactea, que apareció al principio de diciembre en grandes cantidades en el puerto de Punta del Este. Es bastante tóxica, te provoca malestar dependiendo de dónde te pique y tu estado. A los niños les puede hasta provocar fiebre. Pero cuando es apenas un roce, en media hora se pasa. Después está el relojito (Olindias sambaquiensis), que es una medusa que se ve poco en Maldonado pero más en Rocha. Tiene una toxicidad más elevada y provoca una sensación bastante fuerte de quemazón; es dolorosa pero tampoco pasa a mayores y se puede sobrellevar. La primera media hora siempre es la peor. Seguimos aumentando en cuanto a toxicidad con la Fragata Portuguesa (Physalia physalis), que casi todo el mundo conoce porque ha aparecido bastante este verano, sobre todo en Rocha. Es muy llamativa. No es un solo organismo, es una colonia, pero a los efectos el tema es que pica. El problema son los niños, porque van directo a agarrarlas porque les llama la atención ese flotador, sobre todo cuando está en la arena.

La más peligrosa es la cubomedusa (Tamoya haplonema), de la cual ha habido registros, en general casi todos los años aparece alguna. Se tienen que dar condiciones climáticas bastante especiales como las que se han dado este año, en que el agua ha estado muy caliente, con muy poca lluvia, de manera tal que la corriente de Brasil ha llegado más hacia el sur de la costa uruguaya. Normalmente la descarga del Río de la Plata hace que la corriente de Brasil, que viene de norte a sur, no se interne tanto en la zona costera del Uruguay, pero debido a que el caudal del río ha sido mucho menor, el agua salada pudo ingresar y trajo consigo organismos que en realidad son de aguas más cálidas. Es típica de zonas tropicales o subtropicales de Brasil y su picadura es realmente muy dolorosa. Es transparente con alguna coloración en sus tentáculos y tiene forma cuboide, en cada vértice tiene un tentáculo. Puede llegar a tener entre unos 12 y 15 cm de alto, por lo que si el agua está tranquila se puede ver. Este año apareció una en Punta del Este y también encontraron una en Piriápolis, pero no vienen en grandes cantidades, son un hallazgo. Aunque cuando se dan las condiciones, como este verano, puede ser que se encuentre, y hay que estar más alerta.

¿Qué les dice a quienes opinan que las aguavivas son feas?

Les pregunto si fueron alguna vez a un acuario, de esos que tienen vidrios con aumento en donde se puede apreciar su estructura, sus movimientos, sus colores. No hay acuario que se precie de tal que no tenga una exhibición de medusas; parece que danzaran, son una maravilla, inspiradoras; yo que pinto, tengo muchos cuadros de medusas.

¿Recomienda a los bañistas meterse al agua cuando hay aguavivas?

Va en cada uno. En lo personal, me meto igual. El tema fundamental es conocerlas, ya que como acá no hay muchas especies, podés conocer realmente cuáles son las peligrosas y cuáles no.

¿Qué hacer ante la picadura de una medusa?

“Se dice que pican por la sensación que generan, porque obviamente no tienen pico”, comienza la bióloga Gabriela Failla. Lo que tienen, explica, son células especializadas con un filamento que se evierte cuando se produce un estímulo, es decir, cuando algo roza los tentáculos, y liberan la toxina. Esto ocurre en millones de células a la vez en milésimas de segundos. Como resultado, y dependiendo de la toxina, inmediatamente sentimos un pinchazo, ardor o una quemazón. Al utilizarlas, estas células se pierden y la medusa debe volver a desarrollarlas, algo que hace en unas pocas horas. Hay muchos mitos que pueden empeorar la situación, como frotarse con arena o alcohol, o incluso pasarse orina sobre la zona, como se ve en un capítulo de la serie Friends. La científica recomienda, primero, lavar la zona afectada con abundante agua de mar. Es importante no usar agua dulce, ya que causa la explosión de las células de los tentáculos que quedaron pegadas en la piel. Se aconseja aplicar vinagre sobre la zona, ya que inactiva las células que liberan la toxina. “Hay muchas especies, por lo que puede ser que en algún caso no funcione, pero es lo que se recomienda en general; es de fácil acceso y no va a hacer mal”, explica Failla. También puede servir aplicar frío sobre la zona, pero no hielo directamente sobre la piel: la recomendación es hacerlo a través de una toalla que, idealmente, haya sido remojada en agua de mar.

Medusa al plato

Este concepto no es novedoso, en Asia se consume desde hace miles de años. Pero introducirla en la gastronomía de gran parte del mundo occidental sigue siendo una innovación, aunque algunos restaurantes ya la han sumado a su carta y países como Estados Unidos, México y Perú exportan medusas para el mercado asiático. Desde hace 20 o 30 años la demanda de este producto, que es todo proteína, con 0% grasa y colesterol, ha crecido muchísimo. Sin embargo, no todas las especies son comestibles. Las que tienen la campana más grande son las que se consumen, porque tienen que ser rendidoras y tener una consistencia apropiada. El proceso para consumirlas es relativamente complejo y, aunque en algunas partes se continúa haciendo de manera artesanal, mayoritariamente se realiza en frigoríficos de procesamiento de medusas, que luego las venden deshidratadas. “Les hacen varios procesos. Las cortan en tiras y quedan unos fideos medio gelatinosos y después las empaquetan. Pero hay otro proceso por el cual las hacen crocantes. Yo probé y no están mal. No es que me hayan copado, pero las probé solas y lo ideal es probarlas dentro de algún plato, con pescado o sushi”. Tienen gusto salado pero pasan desapercibidas y se pueden usar como acompañamiento. “No te das cuenta de que son medusas, más bien parecen brotes de soja”, asegura Failla.

“La medusa de la cruz, que abunda en nuestras costas, es totalmente apta como alimento”, continúa. “En Argentina las están tratando de comercializar. Hay un biólogo que quiere invertir en eso, de pronto no para consumo interno, pero para exportar, o ambas cosas”. Hay gente interesada en probar este recurso que en ocasiones interfiere en la costa, como pasa durante los afloramientos de medusas, y que no solo perjudica al turismo sino que interfiere en el ecosistema.

¿Comerías medusa?

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