“Con las pupilas vueltas hacia el sol de la inmortalidad” (Parte II)

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Por C/A (R) Hugo Viglietti

Riachuelo, Departamento de Colonia, mayo de 2018

Para ese entonces Lilián había sido advertida de la situación y junto a los familiares de Luis se trasladaron inmediatamente de Montevideo a Colonia. Quizás no sea fácil apreciar en su verdadera magnitud, el dolor que puede sufrir una familia ante la incertidumbre de un ser querido perdido en el mar. Mientras Lucio canalizaba ese dolor redoblando la búsqueda incansable de su hermano, Lilián vivía un sentimiento de cruel angustia. Compartía impotente y nerviosa la espera con sus suegros, quienes muy cristianos, rezaban y rezaban.

Sobre el mediodía los temores de Lucio y su familia trocaron en una alegría desbordante. Apareció el gomón al sur de Riachuelo, a la deriva, con Lorenzo en su interior, inconsciente pero vivo. Trasladado al hospital con hipotermia severa, su vida se salvó. Poco tiempo después sería reconocido por su valentía y arrojo, con el ascenso a Cabo. La afortunada noticia de la aparición de la embarcación y Lorenzo, tuvo una contrapartida de mayor angustia para Lilián: Luis no estaba a bordo, seguía desaparecido. El día dio paso a la noche y el operativo de búsqueda proseguía sin novedades. Aquella fatal intuición parecía ir confirmándose. Esposa de marino, conocía sobre la hipotermia y sus tiempos. Su corazón intentaba mantener latente una esperanza oponiéndose a toda lógica razonable. Los padres de Luis seguían orando.

Amaneció un nuevo día y la búsqueda se multiplicaba por aire, mar y tierra. Finalmente al atardecer del día 5 de mayo, una aeronave de la Prefectura Naval Argentina confirmó la triste noticia. Aguas abajo, a la altura de la desembocadura del Rosario, había aparecido el cuerpo sin vida de Luis. La angustia de la incertidumbre terminaba de la peor manera y un profundo sentimiento de tristeza embargó a todos. Lilián sintió que su mundo se derrumbaba y abrazada  a sus familiares lloraba desconsolada. No lo sabían, pero estaba naciendo la leyenda de un valiente que sería permanentemente recordado, evocado y puesto siempre como ejemplo de supremo sacrificio por sus semejantes

Prefectura de Colonia, mayo de 2018.

   Han pasado 31 años. Lilián finalmente se graduó y ejerce en su Colonia natal donde vive. Cada feriado nacional, adorna el frente de su casa con el Pabellón Nacional que cubriera el ataúd de Luis y le fuera entregado en las honras fúnebres  militares el día de su entierro. Afortunadamente ha rehecho su vida, entre otras cosas con el apoyo incondicional de los padres de Luis. Ellos ya han fallecido. Tuvieron una vida longeva aunque debieron enfrentar el dolor de enterrar a tres hijos. Una mueca más triste aún, tuvo esta historia con Lorenzo López. De manera injusta y como si quisiese mostrar enojo por esa vida que le fue arrebatada, el destino tejió otro final trágico para él, muriendo unos años después, aún joven, por una enfermedad incurable. Su hermano Lucio, retirado de la Prefectura, trabaja en Montevideo y mantiene contacto fluido con sus sobrinos.

El actual edificio de la Prefectura de Colonia presenta un moderno y vidriado aspecto. Es sábado, la tarde sigue gris pero con un clima muy calmo que parece trasladar esa serenidad dentro del recinto. Converso con la gente que está de guardia, la Oficial amablemente me muestra las cosas que deseaba ver. En la Sala de Radio estudio las cartas y hablo también con la gente allí apostada. Saben a qué fui y espontáneamente todos parecen deseosos de comentar algo, de hablarme de Luis. Aprecio por sus aspectos jóvenes que ninguno de ellos era nacido cuando ocurrió la tragedia. Quizás tan solo un Cabo más veterano, que con una sonrisa melancólica me habla del antiguo edificio de la Prefectura, en el muelle viejo, donde sus adoquines cuentan historias de siglos. El denominador común en las conversaciones con ellos es de un solemne respeto unido a un sentimiento de orgullo de vestir el mismo uniforme, de tener las mismas tareas. Luis no está, pero está. Sé con certeza que la actual calma de ese lugar se convertiría inmediatamente en un torbellino de movimientos si la naturaleza golpeara otra vez generando un incidente con gente en riesgo de vida en el agua. La Prefectura ha sido desde siempre el primer escalón costero de actuación para el Sistema Nacional de Búsqueda y Rescate en el Mar. Sé con certeza que esta misma gente ahora tranquila, se volcaría con energía y profesionalismo dispuesta a arriesgarse por quien lo precise. Así ha sido antes, así será siempre. Si aún una de esas lanchas PS con más de 50 años siguen servicio y si el ROU04 “Artigas” y el ROU26 “Huracán”, ambos también con más de medio siglo navegando, siguen reabasteciendo nuestra base científica en la Antártida, uno de los lugares más hostiles y peligrosos para la navegación, es porque en sus tripulaciones hay muchos “Luises”. Es porque el gran activo de esta noble Institución es precisamente su gente, su espíritu de aventura y su vocación de servicio.

   Luis recibió numerosos y merecidos homenajes, siendo también ascendido “post mortem”. El 25 de mayo de 1994 se publicó una Ley por la cual se proyectaba la construcción de una Base Secundaria de la Armada Nacional en Fray Bentos disponiéndose que fuera llamada con su nombre. Otros lugares llevan también su apellido como la Sala de Conferencias de la Prefectura de Colonia. Año tras año, en forma sistemática y sentida se realiza una ceremonia junto a su tumba en el cementerio local. Existen en diferentes lugares, numerosos cuadros, placas y plaquetas de familiares, compañeros de promoción, la Junta Local de Colonia y por supuesto de la Institución que orgullosa lo contó en su dotación. La placa de esta última resalta por su tamaño. Leo lo allí grabado en bronce: “La Armada Nacional al Capitán (C.P.) Luis E. Musetti, fallecido en acto de servicio el 5 – V – 1987”.

Luis no fue el primero en ofrendar su vida en acto de servicio, tampoco el último, pero fue todo un héroe cuyo valor y entrega aún hoy nos conmueve. Emocionado pienso cuan válidas son para él, las palabras que escribiera hace más de un siglo Eduardo Vázquez Acevedo, al referirse a aquellas personas “dignas de perpetuarse en páginas de la historia o fundirse en bronce con las pupilas vueltas hacia el sol de la inmortalidad”.-

 

El autor agradece sentidamente a la Dra. Lilián Barletta, al CN (CP) (R) José Abeleira, al MP (R) Lucio López y al CF (CP) Roberto Acosta, por aportar veracidad  y enfoque humano a esta narrativa.

Nota: Extraído de la Revista Naval.

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