La soberanía en política comercial también es soberanía

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En la página 11 de El Observador del pasado martes 26 de octubre aparece un artículo de Dardo Gasparré que lleva el título “La soberanía fiscal también es soberanía”. Ello me ha motivado a escribir estas líneas. No pretendo incursionar en los temas fiscales sino en los de política comercial, que son también expresión legitima y vital de nuestra soberanía. A través de sus instrumentos se condicionan la asignación de recursos de nuestra economía, los precios relativos, las transferencias de recursos ente sectores de la sociedad y se maneja o descuida la inserción comercial internacional de nuestro país. A lo largo de su historia Uruguay ha empleado múltiples instrumentos para expresar su política comercial autónoma. Aranceles, reintegros, impuestos a las exportaciones, subsidios de varia especie, medidas no arancelarias, acuerdos comerciales, tipos de cambio múltiples y otros instrumentos fueron utilizados en el ejercicio de nuestra soberanía en materia de política comercial. Naturalmente, el ejercicio de esta soberanía no siempre rindió frutos positivos, como pasa con muchas políticas públicas. Hubo periodos de mayor o menor convergencia entre la política comercial soberanamente ejercida y la que mejor hubiera convenido a los intereses de la economía y la sociedad Uruguay. Pero, a lo largo de muchas décadas nuestra política comercial era parte de las políticas comerciales que Uruguay en el uso y ejercicio de su soberanía. En varios periodos nuestras decisiones soberanas en materia de política comercial fueron convergentes con nuestro desarrollo y en otros traicionaron esos objetivos en mayor o menor manera.

Con el paso del tiempo y el desarrollo de organizaciones internacionales nuestra soberanía en materia de política comercial sufrió apartamientos consensuados: la aplicación de la cláusula de la nación más favorecida en el contexto del GATT o la ALADI, por ejemplo. Ese apartamiento de la soberanía libérrima respondía en realidad a la incorporación a nuestra política comercial de disciplinas juzgadas beneficiosas y no recortes perniciosos. Hay una instancia en que esta historia tiene un clivaje mayor: la incorporación al Mercosur supuso poner prácticamente toda nuestra política comercial en condominio con nuestros tres socios. Es fácil treinta años después lamentarse por el error de cálculo cometido. Se confió con cierta ingenuidad que esta vez todo seria diferente y que este intento de integración se gobernaría por reglas y disciplinas, para ver prontamente decepcionado. Se confió también en la noción de regionalismo abierto que postulaba al Mercosur como plataforma para la integración al mundo. A partir de ese momento nuestra soberanía en materia de política comercial lucio menoscabada y nuestros mejores y más legítimos intereses en materia de inserción comercial internacional permanentemente relegados. Los acontecimientos recientes muestran la premura con que corresponde actuar para obrar en el sentido de recuperar nuestra soberanía en materia de política comercial. https://www.elobservador.com.uy/

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