Paladar uruguayo. Tres platos para salir a comer en el país vecino

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La relación afectiva entre Argentina y Uruguay es siempre intensa. La cercanía geográfica y cultural, el idioma y el espíritu rioplatense, la admiración que se tiñe de cierta envidia, el amor y los celos, los músicos y los intelectuales de ambas orillas, el culto por la carne vacuna y la parrilla, el fútbol y la historia. Todos cruces y diálogos que van de un lado al otro, minimizando o exagerando fronteras políticas, ida y vuelta, de manera ininterrumpida. El turismo, de hecho, es una de las muchas evidencias de este cruce, con miles de argentinos que cada verano van a la preciosa costa uruguaya -arrancando en las aguas dulces de Carmelo para llegar a los mares de tonada brasileña en el Chuy-, así como también con miles de uruguayos visitando la Argentina, en búsqueda de las luces de la ciudad porteña. Aprovechando lo que queda de las vacaciones estivales, esta vez recomendamos tres platos para disfrutar en Uruguay. Montevideo, José Ignacio y Punta del Diablo, a través de la más rica comida.

Mejillones en Arrai Beach Bar

Punta del Diablo es una de las maravillas escondidas de la costa atlántica uruguaya. Pueblo de pescadores que sumó turismo -muchos brasileños y europeos, pocos de Argentina- pero sin perder gran parte de su idiosincrasia. Casas esparcidas por aquí y por allí, dunas, playas anchas, noches bien oscuras para ver el cielo inmenso. Allí, desde hace ya diez años, una de las mejores propuestas es Arrai Beach Bar, un barcito playero que nació a metros del mar y que hoy, tras dos mudanzas en la misma playa, se muestra en un gran momento. El lugar es simple y precioso: techo de caña, luces colgantes, sillas y mesas blancas y, siempre, música en vivo y una energía que irradia felicidad. Arrai es creación de tres hermanos de familia montevideana y apellido vasco, Helena, Pedro y Juan Ignacio Algorta. Su abuela fue pionera en la zona (contruyó la primera casa turística), y ellos pasaron largas temporadas en Punta del Diablo, conociendo la zona desde mucho antes de que se convirtiese en destino turístico. Hoy, en Arrai el plato best seller -el único que nunca puede salir del menú- son las papas fritas con mozzarella y langostinos, combinación poco ortodoxa que convence a todos, grandes y chicos por igual. Pero lo mejor de la casa son los mejillones a la provenzal, deliciosos y aromáticos, que salen al estilo belga con guarnición de papas fritas (y, a pedido, un huevo frito de yema naranja en el medio). También son perfectas las miniaturas fritas de pescado: se elaboran con cazón (la especialidad de la pesca de Punta del Diablo) y llevan el mismo rebozado que los famosos buñuelos de alga de la zona. “Acá las cocineras tradicionales se pelean mucho por el rebozado; hay dos bandos, el que prefiere usar cerveza y los que optan por el agua con gas; nosotros estamos del lado del agua con gas, es como las hacía nuestra abuela y salen mucho mejor así”, afirman. Crocantes por fuera, livianas y jugosas por dentro. Como deben ser. Dirección: Playa del Rivero (junto a Prefectura), Punta del Diablo.

Clericot, poke y sándwiches en El Chiringo Anastasio

Al fondo de todo, donde ya casi no hay nada más que paisaje agreste, arena y viento. Ahí, en el extremo de José Ignacio, pasando los hits gastronómicos más conocidos, sobre la playa brava, está El Chiringo Anastasio. Un espacio rústico, de esos que casi no quedan en la zona, ubicado a los pies de las olas. El lugar está lejos no sólo geográficamente sino también en su espíritu y estética de los típicos paradores esteños. Aquí no hay carteles de grandes marcas de bancos o tarjetas de crédito ni una infraestructura ampulosa; en cambio, se ven unas tablas de surf, una barra que separa la cocina, unas sillas cómodas, mesas individuales y para compartir, y un cerramiento traslúcido para los días en que el viento sopla fuerte. Este chiringuito -palabra nacida en Cuba que hoy que usa para designar a los bares playeros en gran parte del habla hispana- es parte de la oferta gastronómica del precioso hotel Anastasio, junto al restaurante El Botero y un recién inaugurado pub casi secreto, oculto bajo una frondosa entrada repleta de plantas. Manejado por tres amigos argentinos -con Diego Curi como ideólogo- en El Chiringo buscan ofrecer platos que no sean los típicos de Punta. “Quisimos salir de las rabas fritas o el chivito”, explica Diego, Así, aquí es posible comer un muy rico bagel de salmón curado en remolacha, también un poke (esas ensaladas nacidas en Hawaii que hoy están en los cinco continentes) con una base de fideos de zuchini y zanahoria, un gazpacho, un choclo con aioli de chipotle o un sándwich de milanesa en pan ciabatta, entre más opciones. Todo junto a cócteles clásicos, vinos uruguayos y argentinos o la siempre querida jarra de Clericot con frutas frescas, firma de identidad de la zona. Un imperdible: las noches de luna llena abren para verla salir desde el horizonte del mar, con música en vivo y un fuego encendido para una parrilla improvisada. Dirección: Playa Brava, Calle Ágata, José Ignacio.

Chivito en Bar Arocena

Bar Arocena es mucho más que un bar para Montevideo: es una verdadera institución. Abierto en 1929, es visita obligada para miles de uruguayos así como infinidad de turistas, músicos y cocineros del mundo (incluyendo desde nuestros Fito Páez o el Zorrito Von Quintiero -fiel habitué de la casa- al genial Anthony Bourdain). Si bien el lugar está ubicado en pleno Carrasco, barrio que a lo largo de los años devino en uno de los puntos residenciales exclusivos de la ciudad montevideana, Bar Arocena está lejos de cualquier idea de lujo. Es uno de los pocos bares abiertos 24 horas en todo Uruguay, y su ambiente va mutando según el momento del día (y de la noche). Las mesas de afuera suelen ser más tranquilas, con oficinistas y familias durante el día y jóvenes que colman la noche; dentro, la atmósfera es más densa, con vasos de whisky intercalándose con la grapa. Pero lo que todos vienen a buscar, desde el desayuno a altas horas de la madrugada, es el chivito Arocena, la gran especialidad de la casa. Fetas de lomo vacuno (“si usás otra carne, ya no es lo mismo; debe ser lomo” dicen en la cocina), lechuga, generoso tomate, huevo duro, morrón rojo, jamón, mozzarella derretida, panceta y mayonesa, todo en un pan llamado tortuga (versión uruguaya del pebete). Un sándwich generoso pero a la vez muy tierno (por la carne y el pan elegido), de esos que parece imposible de comer entero, pero que apenas se termina ya se quiere otro. Para muchos, el chivito de Bar Arocena es el mejor de todo Uruguay. Y si bien es difícil definirlo, sin dudas compite por esa posición. Dirección: Av. Alfredo Arocena, 11500, Montevideo. https://www.lanacion.com.ar/

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