En las agitadas costas de Pisco, el buque oceanográfico B.A.P. Carrasco despliega toda su tecnología y experiencia en la compleja búsqueda del avión de entrenamiento KT-1P “Torito” de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), desaparecido hace casi dos semanas. Este buque, uno de los más modernos de Sudamérica, fue enviado inmediatamente tras conocerse el accidente, integrando el Plan de Búsqueda y Rescate Marítimo (SAR) coordinado por la Dirección General de Capitanías y Guardacostas (DICAPI).
Con una eslora de 95 metros y capacidad para más de 100 personas entre tripulación y científicos, el Carrasco no solo es una plataforma científica, sino también un apoyo vital para operaciones de rescate en mar abierto. Su sistema de propulsión diésel-eléctrico y una autonomía de 51 días garantizan permanencia y maniobrabilidad en condiciones difíciles.
El buque está equipado con ecosondas que alcanzan hasta 11.000 metros de profundidad, vehículos submarinos autónomos y un robot operado remotamente que puede descender hasta 1.000 metros. Gracias a estos recursos, junto con un magnetómetro y otros instrumentos de alta precisión, el Carrasco puede “escanear” el fondo marino en busca de señales y restos del avión.
Las tareas no han sido fáciles: el mar agitado, la visibilidad reducida por aguas oscuras y la proliferación de algas complican las operaciones. Sin embargo, el trabajo meticuloso y paciente del equipo, que incluye a buzos especializados del Grupo de Salvamento de la Marina (GRUSAL), ha dado sus frutos. Recientemente, tras una prospección cerca de Punta Otuma, se confirmaron los restos del avión a unos 20 metros de profundidad, un hallazgo clave en la búsqueda. El B.A.P. Carrasco, con su combinación de tecnología de punta y experiencia en expediciones, incluida la reciente misión antártica ANTAR XXXI, es hoy el protagonista silencioso de una operación que une ciencia, tecnología y esperanza en la costa peruana.
Visión Marítima