Por: JUAN ORIBE STEMMER
En un reciente congreso regional sobre hidrovías, puertos interiores y cruceros, una funcionaria argentina dijo: “hay que fortalecer los puertos argentinos en detrimento de los uruguayos”.
La afirmación resulta aún más fuera de lugar si consideramos el escenario donde fue realizada y el lema de la reunión: “Una Puerta Abierta a la Economía Global”. Cuando pensamos en los tremendos desafíos que nos presenta la acelerada globalización, es chocante que funcionarios de un gobierno de la región propongan recetas vetustas, como impulsar una competencia destructiva entre los puertos de la Cuenca del Plata, cuya consecuencia será que todos pierdan.
¿No sería más sensato pensar en formas de cooperación e integración, con una visión de sistema portuario regional? Este enfoque aseguraría que todos ganen. Especialmente los usuarios en la Cuenca del Plata.
Esta forma de encarar el asunto no es ninguna novedad.
A principios del siglo XIX, Manuel José de Lavardén escribió un ensayo sobre el comercio del Río de la Plata que incluyó lo que podría considerarse el primer análisis sobre política de puertos para el Virreinato. La mayor parte del manuscrito no fue publicado. Salvo la sección correspondiente a puertos apareció en el periódico bonaerense Telégrafo Mercantil, en 1801, en ocasión de una polémica con un corresponsal de Montevideo. Algunos autores consideran a esta polémica como parte de la “lucha de puertos” entre Buenos Aires y Montevideo. Tengo mis dudas sobre este tema. Pero esta es otra historia…
Lavardén definió a los puertos mercantes como “un centro del comercio, en que se reúnen los sobrantes, de frutos y manufacturas para conducirlos a donde haga falta”. Los puertos se encontraban estrechamente vinculados al comercio: “Los comerciantes que hacen esta especulación los compran allí con aquel objeto, y se aventuran a los riesgos del mar, con la esperanza de hacer una ganancia y enriquecer”. En el caso del Río de la Plata, sostuvo Lavardén, “la multiplicidad de puertos multiplicará los centros del Comercio, y estos las circunferencias de su fomento que entrelazándose mutuamente formarán un plano de mayor amplitud”. En términos contemporáneos, los puertos son polos de desarrollo y crecimiento. Luego de analizar la geografía del río y su cuenca y las características de los principales puertos del río, Lavardén concluyó que cuatro puertos -con sus ventajas y desventajas- serían los más aptos para manejar el creciente volumen de mercaderías y buques que, estimaba, habrían de acudir al Río de la Plata: Buenos Aires y Ensenada de Barragán en la costa austral, y Colonia del Sacramento y Montevideo, en la boreal. Lavardén consideraba que Maldonado, más distante, serviría como puerto de recalada de los buques que llegaban y base naval para la defensa del río. Lavardén rechazó la noción de puerto preciso o exclusivo en el Río de la Plata. Aquellos “cuatro puertos -escribió- “serán los del comercio indispensablemente antes de que acabe el presente siglo, y en su duración se irá tratando de su reparo por el orden que la necesidad dictase”. Y agregó, “nos hemos convencido que necesitamos de todos los puertos del río” para atender la creciente demanda de transporte marítimo en la región platina. Han pasado más de dos siglos y los desafíos son similares. También la solución. https://www.elpais.com.uy/