Uruguay es candidato a nuevas mejoras en la calificación crediticia de Moody´s

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Samar Maziad, Analista sénior de Moody’s Investors Service, advierte que atender la cuestión social y al mismo tiempo ser responsable fiscalmente, refleja la fortaleza institucional y la estabilidad política del país. La mejora de perspectiva que Uruguay recibió de parte de Moody´s en mayo pasado, puede tener una nueva etapa en 2024; Samar Maziad, responsable de la calificación crediticia de Uruguay de la citada calificadora, aventuró que si Uruguay mantiene su compromiso con la responsabilidad fiscal, estabilización de deuda y un crecimiento robusto, “en el mediano plazo” le valdría una nueva suba. Maziad destacó el valor de la institucionalidad en Uruguay y desestimó que, más allá del año electoral, puedan gestarse cambios de rumbo significativos. Confía en que el déficit fiscal estructural se ubique en el objetivo de 2,5% del PIB, aunque advierte de los riesgos del período electoral, y espera que la deuda se mantenga “por dos o tres años” en el entorno del 55% del PIB. En cuanto a lo monetario, apuesta por la “cautela” a la hora de comenzar a desmontar las políticas contractivas. A continuación, un resumen de la entrevista.

—Mooddy´s mejoró recientemente la perspectiva de la calificación de deuda soberana de Uruguay, de estable a positiva. ¿Las perspectivas son alentadoras como para pensar en una nueva mejora en la próxima revisión?

—La perspectiva positiva refleja la mejora del marco fiscal, a partir de la adopción de una regla fiscal, algo que Uruguay no tenía tres años atrás y lo consideramos un desarrollo muy positivo. A partir de esto, el país cuenta con más claridad de la trayectoria de la política fiscal y su credibilidad. Este aspecto fue una debilidad en el perfil crediticio del Uruguay, que no reflejaba un compromiso demasiado fuerte compromiso con la política fiscal de mantener la deuda baja o tender hacia una mayor consolidación fiscal. Y también hay que mencionar la mejora del marco institucional de la política monetaria, algo muy importante para ayudar a bajar el nivel de inflación, como hemos visto ahora. Nosotros esperamos que esta tendencia se mantenga. Entonces, si el compromiso con responsabilidad fiscal se mantiene, estabilizando el nivel de deuda, y si el nivel de crecimiento relativamente robusto de la economía también se mantiene, en el mediano plazo eso llevaría a una nueva mejora de calificación.

—En la región, en cuanto a su calificación, se mantienen Chile y Perú. Parecería que Uruguay, en algunas de sus variables, se encuentra ya muy próximo al desempeño de esos países. ¿Es así?

—La calificación de Uruguay (baa2 perspectiva positiva) quedo muy cerca de la calificación de Perú (baa1, pero con perspectiva negativa). En nuestra metodología tenemos varios factores que influencian el perfil crediticio de cada soberano. Y tal vez hay indicadores que son comparables o muy próximos, y otros que reflejan desempeños totalmente diferentes. Agregamos varios factores, como fortaleza económica, institucional, fiscal y susceptibilidad a los choques para llegar al rango de calificación. En el plano de la comparación, en el caso del Uruguay hay una fortaleza institucional importante que es destacable por sobre otros países en la región, como Perú o México; pero el nivel de deuda pública sigue más alto que en otros países, como es el caso de los que hoy están aún por encima en el rating, Chile y Perú. Entonces, tomando el caso de Perú: tiene un ratio de deuda más bajo que Uruguay, pero la fortaleza institucional es también más baja. Tal vez lleguemos a la misma calificación en ambos países, pero por diferentes caminos.

—Uruguay debe esperar, entonces, la próxima revisión…

—Así es. Mantenemos un monitoreo continuo de los indicadores, y normalmente tomamos como referencia para una revisión, períodos de 12 0 18 meses. En el caso de Uruguay esperamos tener una nueva revisión para el año próximo.

—El próximo año es período electoral en Uruguay. ¿Cómo maneja una entidad como Moody’s este tipo de situaciones?

—Comúnmente consultamos con el gobierno, el sector privado, parlamentaros, el Consejo Asesor Fiscal, es un proceso que no cambia demasiado. Tratándose de un año electoral, es posible también incorporar a líderes políticos o candidatos. Es algo común en nuestra estrategia, atendiendo la coyuntura política. Pero además, partimos de un escenario básico que nos da lineamientos sobre lo que puede pasar en un horizonte de dos o tres años. A partir de ese escenario, de las proyecciones macroeconómicas y los riesgos incorporados, junto con la composición que nos hacemos a través de las entrevistas, es que tomamos la decisión acerca del rating.

—La solidez institucional de Uruguay que destacó antes, ¿reduce los riesgos inherentes a un cambio de gobierno?

—Tenemos una valoración muy positiva de Uruguay desde el punto de vista institucional. En nuestra expectativa incluimos la continuidad de políticas fiscales y macroeconómicas, y que, por ejemplo, el compromiso con la regla fiscal se mantenga. Cuando hay elecciones en Uruguay, no pensamos que un nuevo gobierno vaya a cambiar todo. Lamentablemente, no es el caso de otros países de la región, donde hay que considerar fuertemente esa posibilidad. Es probable que haya algún cambio en Uruguay si el nuevo gobierno es de otro signo político, pero serían ajustes, no cambios drásticos.

—¿Cuánto incidió en la mejora de calificación, la aprobación de una reforma previsional?

—Una reforma de esas características resulta una muy buena señal de compromiso con políticas públicas responsables. También contribuye a mejorar la perspectiva fiscal a partir de reducir la presión sobre el gasto de futuro. En un país con políticas de bienestar muy destacadas y decisiones tomadas en base a amplios consensos, se trata de una señal muy fuerte. Mantener las políticas sociales pero al mismo tiempo tomar medidas que apunten a la sostenibilidad fiscal es muy importante. En otros países de la región, la necesidad de buscar soluciones a una situación fiscal adversa ha creado fuertes tensiones, con un marcado conflicto social. La habilidad de atender la cuestión social y ser responsable fiscalmente al mismo tiempo, indica fortaleza institucional y estabilidad política, elementos que resultan muy importantes a la hora de establecer un perfil crediticio. Uruguay ha dado un paso muy importante con la reforma jubilatoria.

—¿De qué forma incide en vuestro juicio la marcha del déficit fiscal, que en los últimos meses evoluciona por encima de lo previsto?

—Es un punto importante a tener en cuenta para mantener el compromiso fiscal en términos sostenibles. Tenemos la expectativa de que el gobierno pueda cumplir con sus objetivos. De todos modos, nosotros ponemos especialmente el foco en el déficit estructural, que hoy está en 2,5% del PIB, y no tanto en el déficit global. Confiamos en que el gobierno va a corregir o limitar los gastos primarios, como ha dicho la ministra (Azucena) Arbeleche, en comparación al nivel de gasto del año 2022 que contiene los recursos extraordinarios relacionados con la pandemia. Esperamos que se vaya desacelerando el gasto en lo que resta del año, de modo de acercarse a esa meta de 2,5%, establecida en la regla fiscal. Somos conscientes que nos aproximamos al período electoral, donde generalmente el gasto tiende a subir; es por eso que hay que ser cuidadoso con el manejo de las finanzas; confiamos en que el gobierno procurará llevar al déficit al target establecido, de modo de afianzar la credibilidad sobre la nueva regla. Eso es muy importante.

—¿Los actuales niveles de déficit son consistentes con la necesidad de llevar la deuda pública hacia una mayor sostenibilidad?

—En nuestro escenario base esperamos que el nivel de deuda se mantenga más o menos estable en un 55% por los próximos dos o tres años. El nivel de deuda ha bajado luego de un mayor gasto durante la pandemia. Y es la expectativa de que se mantenga en este nivel. Entonces, mantener el déficit fiscal en el rango establecido por la regla fiscal, así como el nivel de crecimiento económico son los aspectos más importantes para mantener la deuda estable. No esperamos sorpresas por ese lado.

—Uruguay está teniendo dificultades para que los mayores ingresos de los hogares y el empleo e traduzcan en un claro incremento del consumo y la recaudación, a partir del abultado gasto del sector privado en Argentina. ¿Es un dato preocupante?

—Nosotros miramos más el mediano plazo; los fundamentos del crecimiento económico y la estrategia fiscal. El consumo volcado hacia Argentina es una cuestión más coyuntural y tiene que ver más con lo que pasa en ese país que con lo que pasa en la economía uruguaya. Argentina tiene severos problemas de inflación y una moneda de mucho menor valor que la de Uruguay, que como contrapartida está en un proceso de desinflación. Entonces, el desafío más importante para Uruguay es cómo mantener una buena tendencia de crecimiento, a través de más inversión pública y privada, durable, procurando una mayor competitividad real, que no pase solamente por la competitividad generada con una baja del tipo de cambio, como ocurre en Argentina. Eso genera más recursos fiscales, más allá de lo que ocurra con el consumo privado este año a partir de esa relación coyuntural con el país vecino. No es algo que nos preocupe especialmente.

—¿La región genera otras amenazas para la economía uruguaya?

—Operan fuerzas diferentes en la región en torno a Uruguay. Por un lado tenemos a Brasil, bastante más robusto en su crecimiento económico este año; además, embarcado en un proceso de reforma fiscal y reforma impositiva. Mantuvimos recientemente su calificación y no tenemos una gran preocupación, realmente, para este año. Eso es positivo para Uruguay. La situación de Argentina es diferente, como sabemos. Es un momento muy complejo.

—Un reciente informe de Moody’s advirtió de la expansión económica a una “velocidad de sobrecalentamiento” en algunos países de la región. En ese contexto, consideraba más difícil la baja de la inflación y advertía a los bancos centrales de mantener las condiciones monetarias restrictivas. ¿Cuán general es esa lectura?

—La política monetaria viene siendo contractiva en buena parte de los países, en respuesta al empuje inflacionario que hemos vivido. Pero vemos ya que, en el caso de Uruguay, las tasas de inflación comienzan a converger con el objetivo, por tanto se justifica empezar a reducir poco a poco las tasas de interés, como pasó también en Brasil, que fue el primer país entre mercados emergentes en establecer una política monetaria muy restrictiva. Se trata de un tema de calibración, hay bancos centrales que están en condiciones de comenzar a bajar las tasas más rápido que otros. No hay una contradicción allí, dada la situación de los precios en cada país, van tomando decisiones. En particular, esperamos que en Estados Unidos y Brasil, entre otros países, se mantenga un poco más esa política. Es el caso de Uruguay también. Hay que ser prudentes.

 —¿Destaca algún riesgo particular en la economía uruguaya?

—En el caso del Uruguay siempre hay riesgos de presiones inflacionarias. Si hay un cambio global en los precios de commodities, impulsará siempre la inflación en Uruguay, complicando la tarea de bajar el índice de precios y las tasas de interés. Es una vía de presión difícil de manejar. En el presente, la desaceleración de crecimiento económico en China, por ejemplo, puede ayudar a contener los precios de commodities más bajos, pero hay otros riesgos como el climático, a partir del fenómeno de El Niño, que podrían operar en sentido contrario. Es muy incierto el tema. Además, hay otros componentes estructurales a nivel local, como la indexación salarial, que también complejizan el objetivo de desinflación. https://www.elpais.com.uy/

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