Quienes exportan reflejan el perfil productivo que tenemos y la concentración o atomización de determinados rubros exportables. El 2022 será recordado, entre otros hechos, por un desempeño exportador histórico. El comercio internacional de bienes ha sido una de las turbinas del crecimiento uruguayo, y fuente genuina de divisas. Excelentes rendimientos de cultivos como la soja, en una coyuntura de muy buenos precios internacionales traccionaron el desempeño superlativo. Pero otros rubros, quizás menos tradicionales, lograron consolidarse. Tal es el caso de las exportaciones de energía eléctrica y las colocaciones de vehículos armados en territorio nacional. Si bien al momento de redactar la presente columna, contaba con los datos de aduana cerrados el 28 de diciembre y sin considerar lo exportado desde zonas francas, ya se pueden ir extrayendo conclusiones macro. Propongo pues, realizar un primer zoom a los datos, enmarcado en las limitaciones mencionadas, en función al ranking de empresas exportadoras. Quienes exportan habla en definitiva del perfil productivo que tenemos y la concentración o atomización de determinados rubros exportables. Las exportaciones uruguayas volvieron a mostrar una concentración muy relevante. En tal sentido sólo tres empresas explicaron entre el 22% y 23% del total de las exportaciones. La mitad de las exportaciones de nuestro país son realizadas por sólo diecisiete empresas. Además, el 90% de las empresas que consiguen exportar, representar algo más del 3% de las exportaciones totales.
En las cifras registradas en aduana, hay un desempeño que sobresaliente. Uruguay exportó durante 2022 unos US$ 850 millones en energía eléctrica. Un record absoluto, que coloca a la estatal UTE, seguramente como el principal exportador nacional. Para dimensionar estos datos es bueno recurrir a la evolución histórica. A saber, en 2019 se exportaron US$ 63 millones, en 2020 fueron US$ 108 millones, en 2021 unos US$ 530 millones. Es decir que el rubro se multiplicó por más de 13 veces en los últimos tres años. Le siguen en el ranking, la empresa internacional Cargill, con exportaciones que superan los US$ 700 millones con incidencia relevante de las colocaciones de soja. Y Conaprole, que si bien sus exportaciones han tenido un crecimiento en dólares de al menos 24%, habría quedado anecdóticamente relegado como principal exportador de bienes nacionales, posición que ostentaba ininterrumpidamente desde 2009. Otra de las novedades es la incursión de una empresa nueva, que durante el 2022 completó su primer año entero exportando. Ford Uruguay SA se posiciona en el puesto número 15 de principales exportadores, con ventas de vehículos al exterior cercanas a los US$ 200 millones. Claro que dentro de los principales exportadores se encuentran los frigoríficos, sector que tiene algo más de atomización, también las empresas forestales.
Como apuntes finales, Uruguay y sus dimensiones: el rol de las exportaciones es clave para nuestras aspiraciones de mayor crecimiento y desarrollo humano. Allí debemos poner pienso y foco (no exclusivamente) para la generación de riqueza nacional genuina. Para ello, en el tintero aún queda: (a) políticas activas para promover las exportaciones en el sector de pequeñas y medianas empresas, de forma de ampliar la base de empresas exportadoras. (b) estudio profundo y ejecución continua en búsqueda de mayor competitividad productiva. Este es un punto tan relevante como urgente. Si bien comparto que nuestra competitividad a largo plazo no puede estar jaqueada por los movimientos domésticos del dólar, es cierto que el corto plazo juega. En el laberinto cambiario no debería apoyarse el desarrollo exportador local, pero desconocer la pérdida de competitividad relativa por este concepto y en estos tiempos parece demasiado audaz. La competitividad debe concebirse como concepto amplio; siendo la cotización del dólar un factor relevante, no debería ser el determinante. Aún nos debemos reformas profundas que posibiliten reducciones en costos de producción internos, tecnificación y capacitación, que abran paso a una mayor productividad de los factores. (c) Logros concretos en los intentos de mayor apertura de acceso a mercados. (d) Profundizar la promoción de nuestro país como destino de inversión extranjera directa. Así como el mencionado caso de Ford, y las empresas productoras de pasta de celulosa, (por citar solo dos rubros) dejan claro la relevancia de la inversión con ánimo de permanencia en nuestro país. Proyectos que se instalan aquí, con el único objetivo de exportar a la región y el mundo generando en sinfín de beneficios nacionales en el entorno de sus actividades. El 2023 será un año desafiante para el sector. Frente a un potencial enlentecimiento del crecimiento global, con sensibles impactos en la demanda internacional de bienes, el dólar que puede verse aún más fortalecido en los mercados internacionales, y una potencial disminución de la inflación doméstica de mercados relevantes, serán puntos a tener en el radar. Todo parece indicar que el efecto climático de “la niña” podría menguar, y con él una esperada regularización de lluvias, lo que en nuestras latitudes es más que bienvenido. Marcos Soto. Decano de UCU Business (Universidad Católica). https://www.elpais.com.uy/