Por: MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA
Hay arrecifes en el talud continental que lograron adaptarse a las aguas frías y profundas; ¿cuál es su riqueza escondida?
¿Corales en Uruguay? ¿Pero si acá no tenemos esas aguas transparentes y cálidas del Caribe? ¿Está chequeado esto? Estas y otras preguntas viene contestando Alvar Carranza desde 2010 cuando identificó por primera vez para Uruguay una serie de arrecifes en la zona del talud continental (a 100 millas de la costa; aproximadamente unos 185 kilómetros). Y las preguntas volvieron a resonar recientemente cuando se supo que las expediciones internacionales de Pristine Seas National Geographic Society y de Mission Blue fotografiaron la gran biodiversidad del mar uruguayo que incluye esas estructuras de colores que se piensa que solo existen en aguas tropicales. Sépalo ahora: Uruguay cuenta con arrecifes que han desarrollado la capacidad de habitar aguas frías y profundas. No obstante, sepa también que esto no implica que los corales uruguayos no sigan siendo un misterio. “Todavía no pudimos estudiar los cientos de muestras de especies asociadas”, señaló Carranza, docente e investigador del CURE (sede Maldonado). En estos 12 años presentó varios proyectos que no obtuvieron financiación; ahora espera por fondos internacionales que le permitan regresar a la zona con un dron sumergible y operado a distancia para conocer cuál es el estado de salud de estos ecosistemas amenazados.
“Muchas de las especies guardadas en el Museo Nacional de Historia Natural no están descritas para Uruguay ni para la ciencia”, apuntó.
La expedición del Miguel Oliver.
El hallazgo de corales en 2010 “no fue sorpresivo”, a juicio del investigador, pero hay que remontarse hasta 1876 para obtener un dato. Ese año, el HMS Challenger –el primer barco que hizo una expedición casi global de aguas profundas– describió una especie de coral de aguas frías y profundas para nuestro país pero con especímenes muy puntuales. Casi 100 años después, el alemàn Walther Herwig recuperó otras muestras aisladas de corales formadores de arrecifes. Ambos casos ocurrieron en el borde de la plataforma continental. A principios de este siglo hubo, además, registros puntuales que provenían de observadores científicos a bordo de buques pesqueros. Fue el viaje a bordo del buque español “Miguel Oliver” (cuya misión era cartografiar gran parte del margen continental uruguayo y contó con la participación de científicos del Instituto Español de Oceanografía, de la Secretaría General del Mar de España y de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos) el que cambió lo conocido hasta la fecha: el mapeo acústico del talud continental permitió detectar 17 montículos en los que se halló evidencia de coral vivo o escombros de corales. En otras palabras: arrecifes. Algunos datos: estos fueron encontrados a profundidades que van desde los 167 metros a los 326 metros y la media de la altura de los montículos fue de 35 metros (el más grande era de 67 metros). La especie predominante fue Desmophyllum pertusum, siendo este hallazgo el primer informe de arrecifes de coral de aguas profundas en la plataforma y talud continental uruguayo y el registro más austral en el océano Atlántico Sur. De pinta, “son muy parecidos a los corales tropicales”, ilustró Carranza. La principal diferencia es que esos habitan aguas cálidas y a muy poca profundidad y mantienen una relación simbiótica con organismos que necesitan de luz solar para sobrevivir. “Los corales de aguas frías no precisan esa simbiosis y pueden vivir en aguas profundas”, explicó. A esto se le sumaron unos “decenas” de registros georreferenciados (pero sin obtención de muestras) en 2020, lo que lleva a Carranza a concluir que el talud continental uruguayo “es un ambiente propicio para el desarrollo de arrecifes de corales”. Es decir, el paisaje submarino nos sorprendería con esas grandes estructuras tridimensionales repletas de color y vida.
La importancia de los arrecifes.
La superficie total de arrecifes de corales en el mundo ocupa menos del 0,1% del área oceánica y, así, pequeñita, proporciona hogar para al menos el 25% de todas las especies marinas. El talud continental es parte de esa riqueza que todavía permanece casi que en secreto y que requiere urgente atención. “Tienen miles de años. Son estructuras que crecen muy lento. No sabemos cuál es su estado de salud”, dijo Carranza refiriéndose a los corales uruguayos ya conocidos y a los todavía no explorados. Sí se conocen las amenazas: la pesquerías que con sus redes destruye los corales, la exploración petrolera, los cables submarinos y la minería submarina y posiblemente la acidificación de los océanos. Por esto, el investigador coincidió con la recomendación que hicieron los expertos de Pristine Seas National Geographic Society al gobierno de declarar un área marina protegida. Además, hay mucho más por investigar: no solo cientos de muestras conservadas desde 2010 que “están muy pobremente inventariadas” sino también se debe confirmar la presencia de arrecifes formados por otras especies (por ejemplo, Bathelia candida) y avanzar en el conocimiento de otros tipos de corales.
Protección para especies y hasta fármacos.
Los corales no son plantas; son pequeños animales, llamados pólipos. Hay corales solitarios, coloniales, constructores de arrecifes, corales blandos, falsos corales… y no todos los corales viven cerca de la superficie en aguas tropicales cálidas. “Los arrecifes de coral, ya sea en aguas tropicales poco profundas o en aguas frías y profundas, proporcionan un hábitat para muchos animales. La compleja estructura 3D proporciona agujeros, bolsillos, rincones y grietas que sirven para que animales se refugien de la depredación, así como también para reproducirse y alimentarse”, dijo a El País Whitney Goodell, ecologista marina que participó de la expedición de Pristine Seas National Geographic Society en el talud continental uruguayo (aproximadamente unos 185 kilómetros de la costa). La misión no fotografió directamente los corales (puesto que estaban varios metros más debajo de lo que alcanzaron a captar sus cámaras de profundidad o drop cams de alta definición) pero sí a varias especies de las que se sabe que utilizan los arrecifes como su hogar. “Son áreas ricas en nutrientes y con abundancia de vida y biodiversidad. Son hábitats críticos para el sustento de estos organismos”, apuntó. Los animales observados por las drop cams incluían granaderos, cangrejo rojo, rayas, calamares, brótola de altura, rouget y un atún, probablemente atún aleta azul del sur, una especie en peligro crítico de extinción. En aguas frías y profundas, los arrecifes pueden ser la única estructura que les brinde protección. Otra razón para preservar los arrecifes de corales es que son reservorios de sustancias de interés farmacéutico. Por ejemplo, de algunas especies se han identificado compuestos antitumorales, antimalaricos, antimicrobiales y antituberculosis, entre otros.
Mission Blue: no solo en aguas profundas.
La Mission Blue, impulsada por la División de Ambiente y Cambio Climático del gobierno de Rocha, con apoyo interministerial en conjunto con investigadores internacionales, recorrió unos 1.230 kilómetros de “aguas jurisdiccionales rochenses” entre bajos arrecifales (zonas a menos de 20 metros de profundidad) entre las 30 y 40 millas náuticas de la zona costera (entre 60 y 80 kilómetros). Aquí se registraron corales solitarios, además de anémonas, peces y muchas más especies. Rodrigo García Pingaro, director de Ambiente y Cambio Climático de Rocha, dijo a El País: “Logramos ver un ápice de la belleza singular de los fondos oceánicos que desconocemos para nuestros país”. Respecto a los corales (no formadores de arrecifes como los hallados en el talud continental) expresó: “Son vergeles oceánicos que todavía estamos a tiempo de conservar”. Y en referencia a los océanos apuntó: “Capturan más dióxido de carbono que los bosques; se calcula que 20 veces más. De ahí la importancia de conservar estas zonas que, además, incluyen especies críticamente amenazadas como angelito, cazón y gatuzo”. https://www.elpais.com.uy/