La captura de un buque español que pescaba ilegalmente en el llamado mar Argentino convirtió en noticia, una vez más, una realidad que los especialistas conocen desde hace años: cientos de barcos depredan de manera habitual los recursos del Atlántico Sur, aprovechando la falta de regulaciones y controles. El navío Playa Pesmar Uno fue capturado por las fuerzas de seguridad navales argentinas el 4 de febrero, mientras pescaba sin autorización en la Zona Económica Exclusiva Argentina (ZEE), cuyo límite está a 200 millas marinas (370 kilómetros) de la costa, dentro del espacio marítimo local designado aquí el mar Argentino. El barco, que tenía en sus bodegas 320 toneladas de pescado fresco -merluza, abadejo (Pollachius pollachius), calamar y raya-, fue trasladado con sus 34 tripulantes al puerto de Comodoro Rivadavia, en el suroeste del país, de donde fue liberado a fin de febrero, luego de pagar una multa de poco más de un millón de dólares. «Las captura de este y de otros barcos son apenas la punta de un iceberg de un problema muy grave. Hay cientos de barcos de distintos países que realizan una extracción no regulada sobre el límite de la ZEE. Aunque no tenemos datos, es evidente que realizan sobrepesca», dijo Santiago Krapovickas, biólogo especialista en conservación que trabaja en Puerto Madryn, en la zona norte de la Patagonia. Estos barcos -en su mayoría chinos, surcoreanos y españoles, de acuerdo a información de la Subsecretaría de Pesca– aprovechan que no existe un ordenamiento pesquero regional fuera de la ZEE argentina y entonces no tienen limitaciones de capturas, ni de temporadas ni de zonas. En ocasiones, sin embargo, cruzan el límite y entran en la ZEE, tal vez en busca de una mejor pesca, en un país con 5.000 kilómetros de frontera natural con el océano Atlántico, en su límite oriental. Es allí cuando las fuerzas de seguridad marinas argentina pueden actuar y lo hacen, aun con las dificultades que le imponen la obsolescencia de sus barcos, algunos con más de 30 años de servicio. El caso de mayor repercusión sucedió en marzo de 2016, cuando la Prefectura Naval (policía marítima) informó que hundió con disparos y rescató los tripulantes de un barco chino, después de que éste no atendiera reiterados avisos de detención. «El final de la ZEE coincide con el borde de la plataforma continental argentina. Allí el océano, por su profundidad y por las distintas corrientes marinas, tiene una gran cantidad de nutrientes y se genera un ecosistema muy rico, por lo que es muy fácil pescar, especialmente calamar Illex, especie muy requerida en el mercado internacional», explicó Krapovickas en diálogo con IPS. «En la comunidad científica lo advertimos desde hace años. Pero no hemos logrado que ningún organismo haga nada», agregó. El Estado argentino no actúa pero sabe donde están esos barcos: desde 2012, el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (Inidep), los sigue a través de imágenes satelitales desde su sede en el puerto de Mar del Plata, 400 kilómetros al sur de Buenos Aires. «Parece una ciudad flotante. Más o menos en la latitud de 45 grados hay tanta actividad, que a veces parece que cubren una superficie más grande que la de Buenos Aires», dijo a IPS el ingeniero informático Ezequiel Cozzolino, quien está a cargo del sistema satelital. «Desde mediados de diciembre hasta junio del año siguiente suele haber entre 270 y 300 barcos en la zona. El 80 o 90 por ciento son buques poteros, que buscan únicamente calamar. Pescan de noche, porque al calamar lo atraen las luces artificiales», explicó. Sin embargo, el especialista en conservación marina Milko Schvartzman, que hace su propio seguimiento satelital, asegura que en algunas épocas hay más de 500 barcos. «Son altamente depredadores del calamar, que es uno de los pilares del ecosistema marino, porque sirve como alimento para otras especies», dijo Schvartzman a IPS. Schvartzman trabaja en un proyecto de protección del Atlántico Sur para Oceans 5, una organización vinculada a la fundación del actor estadounidense Leonardo Di Caprio. Esa organización ecologista ha denunciado que estos barcos no solo afectan el ambiente marino sino que también violan los derechos humanos, ya que en ocasiones someten a su tripulación a trabajo esclavo. No se conocen estudios sobre la forma en que estos barcos afectan la pesca legal en Argentina, que es una gran productora de divisas, porque la mayor parte se exporta. Cifras oficiales indican que en 2017 ingresaron al país 1.978 millones de dólares por exportaciones de pescados y mariscos, contra 1.724 del año anterior. Schvartzman fue uno de los activistas de organizaciones europeas que en diciembre llegaron a la Cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC), en Buenos Aires, para presionar públicamente con el objetivo de que se acordase la eliminación de los subsidios a la pesca nociva para el ambiente y para los pequeños pescadores. Esta agenda está dentro del 14 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el referido al uso sostenible de los océanos. Esa meta fija para 2020 «prohibir ciertas formas de subvenciones a la pesca que contribuyen a la sobrecapacidad y la pesca excesiva, eliminar las subvenciones que contribuyen a la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada». Schvartzman asegura que «todos estos barcos que pescan en el límite de la ZEE están subsidiados por China, Corea del Sur o España u otros países que hace años colapsaron sus propios recursos pesqueros y, para mantener estas flotas activas, las mandan a pescar a otro lado». A pesar de ello, la OMC no tomó por ahora ninguna decisión sobre los subsidios a la pesca. «Fue India la que se opuso en Buenos Aires, cosa que es inentendible porque ese país también es víctima de este tipo de flotas pesqueras que saque los recursos», dijo Schvartzman. En Argentina, esta cuestión también preocupa a los empresarios pesqueros, algunos de los cuales formaron a fines del año pasado una oenegé a la que bautizaron Organización para la Protección de los Recursos del Atlántico Sudoccidental (Opras). «Nuestro objetivo es llegar a organismos internacionales para que se regule esta cuestión que tiene que ver con los recursos marinos, pero necesitamos un apoyo del gobierno argentino que hoy no tenemos», dijo Alan Mackern, presidente de Estremar, una empresa pesquera de capital noruego con base en Ushuaia, en el extremo sur argentino. Mackern sostuvo a IPS que «no se puede permitir lo que está pasando. Los que pescamos dentro de la ZEE estamos sujetos a regulaciones estrictas y los que están en el límite no cumplen normas y vuelcan al mercado pescado y mariscos a precios más bajos, con lo que nos perjudican». Los empresarios también miran con preocupación un proyecto de ley enviado por el gobierno argentino al Congreso para crear áreas marinas protegidas, dentro de la ZEE. «No hemos sido consultados. Pero la fauna marina, lógicamente, no conoce de límites, y nos inquieta que se pretenda prohibir la pesca dentro de las 200 millas y se terminen generando mayores recursos para los que pescan afuera», cerró Mackern.
y nosotros les vamos a regalar todo a los chinos