Malvinas: una política oceánica

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Por Javier Figueroa

El consenso nacional respecto a la soberanía sobre las Malvinas expresado en la Constitución Nacional Argentina, debería estar fuera de las disputas políticas cotidianas. En este contexto, quisiera llamar la atención sobre algunos aspectos la política hacia el Atlántico Sur que no han sido, hasta el momento, objeto de discusión específica en estos meses, que pasa por la ciencia marina y su uso para el desarrollo de la llamada Economía Azul. Este enfoque no solo complementa nuestras reivindicaciones territoriales, sino que también abre un nuevo horizonte de oportunidades, en el cual la investigación científica y la sostenibilidad ambiental se entrelazan con intereses económicos y geopolíticos. Es con más ciencia que vamos a poder manejar mejor nuestras pesquerías. Un sector dinámico que aporta 1890 millones de dólares de exportaciones anuales a más de 100 países y genera más de 20.000 puestos de trabajo directos. Es la investigación geológica marina la que ha identificado valiosos recursos off shore, que según estimaciones conservadoras, pueden generar 20.000 millones de dólares en exportaciones en los próximos años. Una segunda Vaca Muerta capaz de desarrollar la industria naval y petroquímica. Sólo la ciencia nos asegurará los mejores estándares ambientales para su explotación.

A través de la labor de nuestros científicos es que nuestra presencia centenaria en la Antártida se lleva adelante. Las recientes inauguraciones de laboratorio en bases antárticas, el desarrollo del polo logístico en Ushuaia, la inversión en las instituciones antárticas y la adquisición de un buque de investigación pesquera “ice class” por el Instituto de Investigación y Desarrollo Pesquero son el camino a seguir. Cabe señalar que ha sido la labor de nuestros oceanógrafos lo que permitió la delimitación de nuestra plataforma continental, brindando una certeza jurídica que posibilita la exploración y explotación de enormes recursos naturales. Argentina cuenta con instituciones de excelencia en materia de investigación marina y desde hace ya diez años con un programa que coordina la labor de todas ellas, Pampa Azul, programa que fue relanzado en 2020. Frente a recientes declaraciones efectuadas que plantean dudas sobre la propia existencia del CONICET, cabría reflexionar qué impacto tendrá la desfinanciación de la ciencia sobre nuestra proyección en el Atlántico Sur.

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