El sorprendente papel del guano de pingüino en la regulación climática de la Antártida

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La Antártida, con su vasto silencio blanco y su imponente soledad, esconde un aliado inesperado en la lucha contra el cambio climático: el guano de los pingüinos. Un nuevo estudio liderado por científicos de la Universidad de Helsinki revela que el excremento de estas aves marinas, lejos de ser un simple desecho biológico, cumple una función crucial en la formación de nubes que ayudan a enfriar la región polar.

Amoníaco: del guano al cielo

Durante el verano austral de 2023, investigadores midieron niveles extraordinarios de amoníaco en el aire cerca de la base Marambio, en la península antártica. La fuente: una colonia de 60.000 pingüinos Adelia. Este gas, emitido desde el guano, alimenta un proceso clave: la creación de aerosoles atmosféricos, partículas diminutas que permiten la condensación de vapor de agua y la posterior formación de nubes. Estas nubes reflejan la radiación solar y reducen la temperatura superficial, ayudando a frenar el derretimiento del hielo. Incluso después de que los pingüinos migran, el suelo impregnado de guano sigue liberando amoníaco durante semanas, manteniendo activo este mecanismo climático.

Un efecto visible

El 1 de febrero de 2023, una densa niebla surgió sobre la zona, formada por masas de aire enriquecidas con amoníaco y ácido sulfúrico. El análisis químico reveló la presencia de sulfato de amonio, confirmando el papel del guano en la génesis de la nube. Además, gases como la dimetilamina (DMA) —aunque presentes en concentraciones mínimas— actúan como aceleradores del proceso, estabilizando la formación de partículas. Ácidos oxo de yodo también aportan, aunque en menor medida.

Un equilibrio delicado

En una región con muy pocas partículas en suspensión natural, como la Antártida, incluso un pequeño aumento en aerosoles puede tener un impacto climático significativo. Pero el sistema es frágil. Si la población de pingüinos disminuye por la pérdida de hielo marino o la escasez de alimento, también lo hará la formación de nubes. Se activaría así un círculo vicioso: menos pingüinos → menos nubes → más calentamiento → menos hábitat → aún menos pingüinos.

Lecciones de la naturaleza

Este descubrimiento subraya cuán interconectados están los ecosistemas. Los pingüinos, más allá de su valor simbólico y biológico, se revelan como actores silenciosos en la regulación climática. Los científicos plantean que comprender y, eventualmente, imitar estos mecanismos naturales podría abrir caminos hacia nuevas formas de geoingeniería ecológica, diseñadas para combatir el cambio climático respetando los procesos del planeta. En contraste con residuos humanos dañinos —como el amianto—, los desechos de la vida salvaje pueden tener funciones positivas en los ciclos naturales. La conservación de especies clave como los pingüinos deja de ser solo una obligación ética: se convierte en una estrategia climática.

Visión Marítima

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