Actualmente está en la preparación del barco, que tiene 6,5 metros de largo y dos metros cuadrados de habitabilidad en su interior (similar a un Renault Twingo).
“Hay un montón de horas de tierra. Trabajo cinco meses en el barco”. Prepara la seguridad, el mantenimiento y las velas. Necesita “optimizar el barco para después sacarle mayor provecho”.
Mientras más tiempo le dedique a estar al frente del timón, más rápido podrá ir, en lo que en definitiva es una carrera por llegar más rápido. Comer, dormir o hasta cambiarse de ropa se vuelve una situación al límite, con poco tiempo y siempre pendiente del barco. Es que con una velocidad de hasta 25 o 30 nudos (equivalente a 45 o 55 km/h) y en el medio del mar hay varios riesgos. “Los más grandes son caerte al agua, chocarte contra algo que flote o romper el mástil, que es todo”, enumera Federico. Si pasa algo, “hay gente de apoyo cada 10 o 15 barcos que pueden demorar un día en llegar”. Pero para entonces, si llegan, puede ser tarde. “El océano es tan vasto que es difícil”. El GPS es básico, usa mapa. “Tenés que ver el número en el GPS y pasarlo al papel”, suma.
“En la clasificación para 2019 un chico se cayó. Nunca más lo encontraron”, recuerda.
Por ello debe usar la energía del barco para el piloto automático. Entonces duerme siestas de solo 30 minutos, unas 12 veces al día. Administrarlas “es clave”. Para cambiarse de ropa o comer igual.
Ahora debe clasificar acumulando 2.500 millas, entre 1.500 en competencia y 1.000 en una regata aprobada. Hizo tres podios en las que estuvo.
En el futuro, junto con una fundación, planifica fomentar el deporte en el mar.
Seguridad, comida y el día que por poco choca
Durante toda la competencia arriba del velero “tenés que usar chaleco” que está “amarrado a una ‘línea de vida’”. Se puede cambiar, pero “cada vez que te cambiás de ropa tenés que ser consciente”. ¿Helicópteros? “La gente se cree que son mágicos, es muy difícil buscar a alguien en el océano. El helicóptero no tiene la autonomía para ir, buscar, recoger y volver. Tal vez haya olas mayores a 10 metros”, dice Waksman. A él le pasó incluso de estar durmiendo y despertarse en peligro. Iba rápido y solo tenía una vela bastante grande, comenta. “El piloto automático me había permitido dormir una hora y daba para tirarse un ratito más. Pero cuando me desperté estaba al límite, era de noche y tenía un carguero que venía de frente, se veía la luz. No tenía mucha opción, no podés modificar mucho el rumbo. El barco se me acostó y el carguero me pasó por al lado”.
La comida y el agua son temas especiales. Sobre la comida, “el peso es importante, cuanto menos peso más rápido vas. Se lleva comida deshidratada y tenés un calentador de agua. Tenés, por ejemplo, un pollo al curry”. El agua, necesaria para tomar y cocinar, tiene restricción. Va en bidones que pueden ser útiles al moverlos (llenos) y tener más peso de un lado del barco. Por ello es que “están limitados”, sostiene.
Es un Barco pequeño pero se sustenta solo y no contamina
En un barco simple, sin tantos materiales para impedir la ventaja conseguida por mayor presupuesto. De todas formas hay diferencias. Junto al de Federico hay otros 60 embarcaciones simples y otras 30 más sofisticadas. De todas formas, en la edición 2019 llegó en tercer lugar una simple. Además, es autosustentable. “Cargo las baterías con el panel solar o el hidrogenerador” para así poder usar el piloto automático o la energía. “Eso te permite dormir la siesta o cambiar una vela”, de las que lleva siete porque son “el motor del barco”. Tampoco contamina al no usar motor: es un barco que no deja huella. https://www.ovaciondigital.com.uy/