Adentrándose en la fragata «Álvaro de Bazán», gemela de la que acogerá a la Heredera, para conocer cómo se forja carácter en uno de los buques más avanzados y letales de la Armada Española.

Dicen que la mar no tiene memoria, pero tampoco olvida. Es inmensidad azul y acero, un escenario implacable donde España proyecta su poder naval con precisión, tradición y tecnología de vanguardia. En ese teatro navegan las fragatas F-100, centinelas del siglo XXI y herederas del legado de una Armada que escribió su historia a golpe de ola.

A bordo de una de ellas —la «Blas de Lezo» (F-103)— la princesa Leonor culminará próximamente su formación en la Armada. Tras completar su crucero de instrucción en el «Juan Sebastián de Elcano» y regresar desde Nueva York, embarcará durante casi un mes en esta joya tecnológica, la tercera de una serie de cinco fragatas diseñadas para liderar operaciones de combate y defensa aérea.

Durante su estancia en el «Blas de Lezo», la Princesa aprenderá lo que significa realmente servir en la mar: disciplina, tecnología punta y compromiso con España. En su rol como guardiamarina, se formará en navegación táctica, maniobras según el reglamento de abordaje, y en la gestión del centro de control de gobierno. Además, recibirá instrucción sobre el sistema de combate, operaciones de máquinas, control de plataformas, aprovisionamiento en alta mar y, como parte esencial del entrenamiento, participará en ejercicios con lanzamientos de misiles reales.

Un mes decisivo para la Heredera, que vivirá de primera mano lo que implica ser parte activa de la defensa nacional desde uno de los buques más sofisticados de nuestra Armada.

Visión Marítima