Alexandra, la Cousteau que cuida a los mares

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A los 42 años, encabeza la tercera generación del clan que hace del conservacionismo su motor. El café se llamaba Angelina y presidía, con elegancia, las históricas arcadas de la Rue de Rivoli, que enfrentan el jardín de Les Tuileries en París. Ella lo veía venir a la distancia, siempre bien vestido y perfumado, y el corazón le saltaba. Era su abuelo y para este momento había esperado toda la semana. Angelina, el café más refinado de la ciudad y que sobrevive desde 1903, se hizo famoso por el espesor y aroma de su chocolate coronado por una lluvia de canela y vainilla, el rincón favorito de Proust y Coco Chanel. Un café con vitrina, en el que Jacques-Yves y su nieta se acomodaban ante los ojos del mundo. Tres decenios después, Alexandra Cousteau, nieta del famoso comandante Jacques-Yves Cousteau, quien con su trabajo convirtió al mar en lo que hoy sería el mayor trending topic de la naturaleza, deja entrever, a sus 42 años, que después de que su abuelo murió de un infarto en París, ya nunca más el chocolate espeso tuvo el mismo sabor para ella. Desaparecido en 1997, a los 87 años, Jacques-Yves Cousteau permanece como el pionero que, con expertise, dedicación y pasión, supo traducir el mundo submarino a las audiencias de todo el planeta. Su legado como conservacionista, buzo explorador, fotógrafo, cineasta, documentalista y navegante submarino es considerado el más importante de los tiempos modernos, aunque él nunca se graduó de científico. Pero Alexandra, hija de su hijo menor Philippe, quien murió a los 38 años en un accidente de hidroplano en Portugal -la mayor tragedia de su abuelo-, no solo convivió con él en sus tardes en Angelina. Un episodio marcó su vida y su carrera: a los siete años, igual que su padre y su tío en su infancia, aprendió a bucear con este pionero en el Mediterráneo de alta mar. Eran los años 80 y Jacques-Yves vivía una celebridad planetaria. Alexandra, quien, como su hermano Philippe, se convirtió en la nieta favorita a bordo del “Calypso”, el célebre barco explorador del comandante francés. Pero desde ello pasaron casi cuarenta años. Hoy, la favorita del fundador de la familia ocupa un respetado lugar en la defensa del espacio marino: se lo ganó a punta de trabajo. Activista, ecologista marina, conferencista internacional, cineasta y fotógrafa, experimentada buzo y documentalista, Alexandra viaja por los seis continentes abogando por los océanos. Es su causa. Los defiende, explica y retrata, con sus peligros y bondades. Mientras cría a sus dos niños pequeños -Balthazar, de siete, y Clémentine, de tres años- en Berlín, donde vive con su marido arquitecto, Fritz Neumeyer, ha impulsado una cruzada por restaurar la limpieza y el valor natural de los océanos. Le duele, dice, que los mares que su abuelo conoció y navegó en los años 50 ya no son los mismos. La descorazona la degradación del fondo marino. Ella, quien a los ocho años hizo su primera campaña a favor del mar, cuando Jacques-Yves le pidió ayuda para juntar firmas en la defensa de la Antártica, ha sido incansable. Es consejera senior de Oceana, la mayor ONG internacional en defensa de los océanos; exploradora de National Geographic desde 2009 -un cargo honorífico-, y directora, junto a su madre Janice y su hermano Philippe, de EarthEcho International, fundada en 2000. Igual que su abuelo, su abuela Simone, su padre, su tío y su hermano, esta Cousteau viaja por el mundo porque se siente una embajadora. Viaja, pero ya mucho menos que antes, admite desde su casa en Berlín. Desde que nacieron sus hijos no acepta ninguna invitación ni misión submarina que la saque de Alemania, donde vive desde 2013, que dure más de diez días. Y a muchas de ellas va con su familia. Si para hablar del clan Cousteau es parca e introvertida, se explaya frente a sus temas marinos. Como su militancia en una de las principales campañas de Oceana, organización con sede en Washington. Dice: “Uno de nuestros mayores proyectos es Save the ocean, feed the world (Salven al océano, alimenten al mundo). Tenemos presencia en once países importantes para la pesca y trabajamos con ellos para promover cambios en las políticas públicas y parar la sobrepesca”. Considera crucial lograr un aumento importante en la población de especies marinas. “Porque es comida para gente vulnerable, los que tienen menos, adultos, niños”, acota. Y agrega: “Los peces son un alimento que no usa agua dulce ni tierra y que no produce emisiones de carbono. Es mucho más sano para la gente y para el planeta que aumentemos esa fuente de alimento”.

Dolor y orgullo. 

Alexandra Cousteau nació en Los Angeles -su madre Janice Sullivan es californiana-, pero desde muy joven adoptó a Washington, donde estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Georgetown. Con una familia paterna marcadora, se crió en la cultura francesa. Igual como aprendió a nadar antes de caminar, habló dos idiomas desde la cuna. Con los años sumó el castellano, porque vivió en Costa Rica y España, y el alemán.

-No hay científicos entre los Cousteau. ¿Les habría sido más fácil si lo fueran?

-No. Porque eso nunca fue lo que queríamos hacer. Mi papá y mi abuelo eran contadores de historias. Storytellers . Y cineastas. Eso fue lo que inspiró a la gente, a millones de personas. Aunque siempre tuvieron a la ciencia presente en sus exploraciones, nunca sintieron que necesitaban ser científicos ellos mismos.

-Si su abuelo y su padre eran contadores de cuentos, ¿cómo se define usted?

-Yo no me creo muy distinta. Ellos eran exploradores, contadores de cuentos y abogados de los océanos. Eso mismo me retrata a mí. Pero en tiempos muy diferentes. Aunque todavía estamos explorando visiones, ideas, lugares, problemas. Abogando por restaurar los océanos y… ¡todavía contando historias!

-¿Qué recuerdos importantes tiene de su abuelo Jacques-Yves? ¿Qué le enseñó?

-Me enseñó a mirar las cosas con visión panorámica. Y que nunca hay que dejar de luchar; él luchó hasta que murió. Y todo lo que aprendí de él, lo que escribió, sus escritos, sus películas, libros.

-Usted se inspira en él…

-Él es parte de mí. A él y a mi papá los llevo dentro de mí. Ellos me inspiraron y aprendí de sus ejemplos. Pero la verdad es que hoy todo ha cambiado demasiado. Hay diferentes desafíos, la tecnología es distinta, ahora hay Internet. Todo es distinto. Es imposible para mí continuar en la senda de ellos, porque el mundo ha cambiado demasiado. Tenemos que ser creativos y pensar fuera de la caja. Liderar innovando de nuevas maneras, la innovación es importante.

Legado

“Mirar las cosas con visión panorámica” es la principal enseñanza que le dejó su abuelo Jacques-Yves a Alexandra. Si tiene que destacar otra característica del conservacionista que marca su vida, esta mujer de 42 años no duda: nunca dejar de luchar, pase lo que pase. https://www.elpais.com.uy

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