Un bosque de mástiles en el Este

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Más de 80 veleros le hicieron frente a un temporal en el torneo náutico más exclusivo.

Colchones, buzos, camperas, championes y hasta mapas marítimos aparecían desperdigados por la pasarela de Marina 4. Todos estas prendas y elementos, muchos con la marca de sal impregnada, atestiguaron un cruce desde Buenos Aires a Punta del Este afectado por un imponente temporal.

Los veleros que participan del Rolex Circuito Atlántico Sur, cuya competencia partió el sábado desde Buenos Aires y llegó el domingo de noche a Punta del Este, lucían en sus mástiles decenas de prendas de objetos mirando al Sol como si fueran tendederos de ropa. “Se mojó todo. Absolutamente todo”, contó un tripulante.

“Había olas de dos metros. Las condiciones fueron extremadamente duras y las tripulaciones llegaron cansadas”, comentó Andrés Durán, capitán del velero oceánico Bonanza, de la Armada Nacional.

Las embarcaciones, que también lucían como tendederos de ropa aprovechando el tiempo soleado de ayer, sufrieron los fuertes vientos. “Los barcos navegaban prácticamente debajo del agua”, indicó.

Las inclemencias del tiempo obligaron a que todos los tripulantes estuvieran casi 24 horas sin dormir y trabajando sin descanso.

Aldo Unamuno, capitán del barco argentino Ghost, lamentó que se haya cumplido el pronóstico. “Hubo viento del sudeste y fue uno de los cruces más duros que yo haya vivido”, explicó, apoyado sobre uno de los colchones en pleno proceso de secado. Es habitual en este tipo de experiencias que los miembros de la tripulación se golpeen. Unamuno, por ejemplo, pasó zozobras. El capitán de la embarcación estaba en el interior del velero, agarrado a un pasamano, cuando de repente una ola sacudió al casco de manera brusca. “El impacto hizo que arrancara el pasamano y rebotara contra la cocina. Pensé que me había roto algo. Y me pregunté: ¿Estoy entero? Dije que sí y seguí”, contó entre risas. Los golpes parecen ser habituales. “Vos recién estabas pidiendo un ibuprofeno”, le dice Unamuno a su hijo Javier, también miembro de la tripulación. Realizan tanta fuerza con las manos que, por el dolor, hasta a uno de ellos le resultó difícil abrir una botella.

No obstante, calificó el balneario uruguayo como un lugar “interesante”, porque —indicó— “hay mucho más viento que en Buenos Aires”.

Con un staff de 13 miembros, Bonanza es el barco con la mayor tripulación. En esta embarcación, para los más avezados, la experiencia fue “dura pero normal”. Para los jóvenes, “fue más difícil”, aseguró Durán. “Pero todos soportaron bien”, agregó el marino, quien realiza travesías desde 1998.

Inversión en miles.

El torneo, cuya inscripción cuesta 800 dólares, cuenta con embarcaciones con todo tipo de tecnología y de distintos tamaños. En esta competencia se pueden encontrar veleros de US$ 60.000 y hasta de US$ 400.000.

Una prueba tangible para corroborar la diferencia de precios es la tela de las velas. Dependiendo del barco, un juego para este circuito puede llegar a costar 50.000 dólares. Por la jerarquía del torneo, “venimos a estrenar nuevas”, aseguró Aldo. “Es la regata del año”, acotó Javier, su hijo, quien fue contagiado por la pasión náutica de su padre.

A ello hay que sumarle el costo que implica la travesía en sí. Según estimaciones, requiere unos 20.000 dólares de inversión, señaló Durán.

Glamour y camaradería.

Rivales en el agua, amigos en la tierra. Ese lema fue repetido por tripulantes de algunos de los 81 barcos que compiten en las tres categorías. “Cuando llegás acá, nos olvidamos de todo. Y no importa si estamos amarrados al lado de un rival directo”, comentó un tripulante del Ghost.

El encanto de Punta del Este, aseguraron los participantes, jerarquiza el torneo. En la noche de ayer, en la zona donde estaban amarrados los barcos se generó un clima de fiesta. “Es un complemento. Llegás de correr, que es lindo, y encima tenés este ambiente”, indicó. “Es como Moby Dick (el boliche aledaño al puerto esteño)”, bromeó un tripulante.

Este nuevo bosque de mástiles en el puerto de Punta del Este contrasta con la rutina de los yates amarrados.

Mientras en algunas de las embarcaciones lujosas sus tripulantes almorzaban ayer al mediodía en el interior de los barcos, participantes del circuito montaban almuerzos en la planchada, por donde caminan los turistas. Tartas y pizzas preparadas antes de la competencia lograron sobrevivir el cruce con el temporal.

El lugar también se transforma en un una suerte de taller mecánico. Herramientas y pegamentos para restaurar objetos dañados aparecen desperdigados por esa pasarela. Hay quienes estiran las velas para comprobar qué tan dañadas están. La camaradería también se da en este sentido: ayer de mañana un hombre pidió prestado un tester para ver en qué estado se encontraban sus baterías.

Y uno de los nuevos fenómenos que están sucediendo es que casi todas las tripulaciones son mixtas: hay uruguayos y argentinos. “A bordo ya no importa la nacionalidad. En el Bonanza hemos corrido con cuatro o cinco argentinos”, indicó Durán.

Hubo muchos que aprovecharon para descansar y recargar energías para lo que resta de la regata, que finalizará el sábado.

Una carrera con 21 barcos uruguayos

El Rolex Circuito Atlántico Sur 2018 cuenta con dos tipos de regatas: las de handicap y las de clase. La primera está subdividida en tres categorías o fórmulas. “Se aplica una fórmula porque todos los barcos son distintos”, comentó Andrés Durán, capitán de Bonanza. Los barcos reciben un puntaje en función de las características del barco. Allí intervienen varios aspectos como el peso, el largo, el tipo de velas, entre otros factores. En handicap hay 11 embarcaciones uruguayas en las tres categorías. En la fórmula ORC Internacional, en la que compiten 16 naves, hay tres de Uruguay, una de Brasil y 14 argentinas. La primera en arribar fue la San Gregorio, de Argentina.

En la fórmula IRC hay 15 barcos: 6 uruguayos, un brasileño y ocho argentinos. El primero en aparecer en las aguas puntaesteñas fue Trending Topic.

También existe la categoria J 70, en la que compiten 20 embarcaciones, de las cuales 10 son uruguayas y 10 argentinos. En esta categoría son todas las naves idénticas, por lo que no se aplica ninguna fórmula.

Con la llegada de la regata Rolex Circuito Atlántico Sur, el puerto de Punta del Este alcanzó una ocupación del 100%.

“Es una regata clásica por lo difícil”

Lisandro, capitán del barco Wanderer II, destacó las bondades del viento de Punta del Este. “Siempre sopla”, comentó. Y valoró “todo el show de Punta del Este” que le da valor agregado a este evento, organizado por el Yatch Club Argentino. “Este es un clásico por lo duro que es también. Alguien siempre se cobra un palo”, comentó Aldo Unamuno, capitán de Ghost.

En la jerga náutica, “cobrarse un palo” significa perder alguno de los mástiles. Si bien en el último cruce no pasó con ninguno, es habitual que suceda.

“Acá no podés venir de improvisado. Esto requiere de esfuerzo físico. Quizás en algún torneo de Argentina sí”, indicó. Según Andrés Durán, capitán de “Bonanza”, dijo que “técnicamente es la mejor competencia de América del Sur”.

Y a medida que van pasando los años va intensificándose el lazo entre los contrincantes. “Es un vínculo mucho más estrecho con los participantes argentinos”, agregó el capitán de fragata uruguayo.

EL PAÍS

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